La curiosa tibieza de los
podemitas con el asunto terrorista, sus reacciones blandas cuando no, parcas,
en los debates sobre tal tema, no es algo extraño. Es perfectamente explicable
por el contenido de sus idearios. El pensamiento de izquierda y sobre todo, la
extrema izquierda, se manifiesta, abiertamente, en contra de toda tendencia
autoritaria, y por lógica extensión, en contra de toda institución
presuntamente definida por tal tendencia: Iglesia, Estado, ejército, etc.. En
consonancia con esta actitud, sienten simpatía por toda marginalidad social y
sus expresiones. El problema ideológico que plantea el terrorismo musulmán es
que emerge de esa marginalidad que los de izquierda pretenden defender, de una minoría
social y religiosa, en este caso, que
son ferviente competencia de su pensamiento. De ahí la poca pasión que ponen en
denunciar la cosa, la actitud meramente lógica y con escasas iniciativas, que
los izquierdosos exhiben ante el fenómeno. Su especialidad es la de oponerse y
machacar a la derecha. Ahí sí atacan con ferocidad. El terrorismo islamista es
algo que no enfocan con la misma lucidez y contundencia con que se emplean para
criticar al gobierno: les ha surgido, podríamos decir, bien próximo a su “territorio”, en una línea cercana a donde parten sus ompromisos. Resulta curioso considerar cómo coincide esta actitud con
aquellas manifestaciones de incredulidad de Aznar cuando se resistía a aceptar
que los atentados de Atocha hubieran sido perpetrados por “remotas gentes del
desierto”.
Toparse con un virus en una
página web pornográfica reproduce la idea clásica de pecado. Viene a decirnos,
más o menos así: "el pernicioso lugar que frecuentas será donde encuentres
castigo". Un virus potente en una página sobre botánica o es una tontería, o
resulta algo rarísimo o bien, si los hay, eso nos estaría indicando,
fatalmente, que el territorio neto de internet es, virtualmente, presa de
infecciones. Como eres pecador, es en las galerías subterráneas de tus deseos
perversos donde encontrarás tu propio castigo, nos dice el ángel que nos ha
puesto esta trampa. Como no le vemos la
cara al tipejo que ha puesto eso allí, la mente vulnerable lo experimenta con
culpabilidad e imagina que la mirada divina lo ha pescado. Más allá de que
estadísticamente es el tipo de sitio que más se frecuenta o se consume, y que
por lo tanto va a ser en donde los delincuentes profesionales van a infectar
cuantitativamente más, la significación simbólica resulta tan potente como
inevitable.
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