Llega un momento en la vida
en el que no hacemos sino balance: de lo que hemos vivido, de lo que no, de lo
que hicimos, de lo pudimos haber hecho, de recuerdos e impresiones, etc...
Grosso modo esto es lo que hace José Antonio
Fernández en este poemario que ha conseguido el premio Alegría de este año,
convocado por el ayuntamiento de Santander. Aunque no tan solo eso. Mineral y luz no es un poemario nostálgico,
meramente: junto a recuerdos y rememoraciones, el poeta hace recuento de los
motivos que realmente han resultado y son importantes en su vida, por ello
mismo figuran junto al material cribado y seleccionado por la memoria. “Mineral”
y “luz” son dos elementos natural y simbólicamente potentes, que forman el eje
estructurador del contenido poético. Si lo mineral puede hacer alusión a lo
duradero – momentos entrañables, recuerdos importantes, presencia de la belleza
en la naturaleza y en los afectos – la luz significaría esa energía inmaterial
que bañaría todo ello con la esperanza.
El poeta metaforiza la
erosión de los minerales al comparar el paso del tiempo sobre su persona con el
de la piedra: Diseminada piedra umbría./
Sinónimo de mí.
En otro punto, se interroga
sobre el origen y la belleza de la buganvilla,
remontándose más allá de los arquetipos platónicos: en qué momento fue más que un
soñar,/ estricta reflexión o conjetura.
En el poema Flores agonizantes, la contemplación
minuciosa de la naturaleza puede tener como resultado tan azaroso como sorpresivo,
el resurgir de lo que aparentaba estar muerto, y por lo tanto, la (súbita) esperanza.
En el poema Sin embargo, los recuerdos capitales de
la memoria pueden serlo sin que tengan que revestirse de ensoñación o añoranza.
Su propia fuerza ya los ubica de esa manera en la historia de la persona.
En el breve poema, y quizá
uno de los más bellos, Cuánta es la luz,
se nos muestra con elíptica sutileza el paso del alba al anochecer. Yo diría
que hay en esta composición un haikú implícito, o que el poema mira la realidad
con la capacidad sintética de un haikú.
José Antonio Fernández no
esconde sus referencias poéticas: Antonio Moreno o Eloy Sánchez Rosillo, por
ejemplo, se suman a esa sensibilidad que ve en la relación de la memoria
personal y la naturaleza un vínculo entrañable digno de preservarse a través de
la poesía.
1 comentario:
Un buen libro a tener en cuenta, con una poesía clara y sugerente que invita a releerla. Saludos,
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