TARDE DE DOMINGO
Ha ocurrido algo insólito.
Creía que esta tarde me esperaba
la acostumbrada tanda
de flatulencias, putrefacciones y tristezas
que coronan esa pequeña muerte
de todos los domingos por la tarde,
mientras fuera hace siempre un sol magnífico;
pero en el terso descenso de la tarde,
mi cuerpo no se alteraba
y la compañía de los libros
no me parecía tediosa.
Debo haber franqueado mi pereza
a través de la propia pereza,
encontrado un punto neutro
en el que descansar de sufrir.
O quizá me he liberado, imprevisiblemente,
de esta cadena perpetua de los fines de semana
al declararme preso sin escapatoria de la misma,
o es que, quizás, el tiempo ha modificado su curso
y ya no significa episodios maravillosos
y hoy no es domingo sino un día cualquiera.
2 comentarios:
Me gusta el poema.
Ada
Me gusta el poema.
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