Para Elena Medina
Beethoven se queda sordo. Y
compone la novena sinfonía. Como diciendo: ¿con que ésas tenemos? Pues ahora
vas a ver quién soy yo. De modo semejante a lo que decía Espinosa: nadie sabe lo que puede el cuerpo, Beethoven
reta al destino y le espeta a la cara: ahora vas a saber lo que puede el
espíritu. La voluntad de Beethoven se
revela aquí como algo extraordinario.
No acepta el mal de su sordera, no se
resigna a ello, sino que reacciona enérgica e insólitamente creando una de las
composiciones musicales más estremecedoras de la historia. En este sentido, Beethoven
es un romántico radical. Afirma el poder inmaterial del espíritu, trascendiendo
toda circunstancia adversa de la vida.
Beethoven no asume su mal sino que revienta, no agacha la cabeza o el ánimo sino que se vuelve belicoso. Reacciona y es él quien ataca al mal. Para ello elabora una sutil y audaz estrategia: urdir una
sinfonía titánica. El espectacular final de la novena es la ratificación rabiosa de
esta idea, compone esa imagen en la que el mal es aplastado una y otra vez
demostrándose la victoria exultante del bien.
Creíais que me ibais a aniquilar, pues sordo, ciego y manco voy a ganar
esta batalla.
Decía Walter Benjamin que “son
los desesperanzados los que dan esperanza”. El caso de Beethoven es uno de los
ejemplos más estremecedores de ello.
1 comentario:
José María, gracias por este artículo. Dado lo escrito, no dudo que Elena Medina es alguien apreciada por Usted.
Lo que Usted ha escrito aquí se lo agradezco, seguro no seré el único.
Saludos.
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