LA MANÍA EMPÁTICA DE LA
IZQUIERDA Y EL FALLO DE SÁNCHEZ
La simpatía de la izquierda
por los marginados sociales, por los drogadictos, transexuales o desempleados
es el amor por las minorías, por los que están fuera de la integración social,
y ese amor es el que lleva a Sánchez a considerar catalanes, es decir,
singulares y desprotegidos, única y exclusivamente a los separatistas.
El resto, los catalanes que
se sienten catalanes, españoles y europeos son una masa indiferente de segundo
orden que no implica ninguna prioridad en la mente de Sánchez precisamente por
no revestirse de frágiles peculiaridades.
Sánchez se ha complicado la
vida haciendo encaje de bolillos en su relación con los separatistas al
empeñarse en ser comprensivo con
estos. La razón de tal comprensión es, por un lado, el carácter minoritario de estos grupos ante
el resto de España; y por otro, debido a la pura y contundente ideología.
Con respecto
a esta anoto una percepción nueva. Estoy sorprendido ante el cambio conceptual
que está experimentando el término ideología
y que viene a comportar una suerte de desenmascaramiento o revelación de su
nueva significación. Hace años, “tener ideología” significaba sentirse
implicado ante un programa que a su vez reflejaba cierta imagen del mundo. Ideología
equivale ahora a un corsé mental que determina posiciones y programas y que
tiene una energía extraordinaria sobre el sujeto, hasta el punto que quien está
poseído por ella no es capaz de percibirlo como un condicionamiento de su
pensar.
La comprensión de Sánchez,
típica de la izquierda, sólo fluye en una dirección y se dirige hoy hacia
quienes en otro tiempo quizá fueron víctimas, pero que actualmente significan
todo lo contrario. Los individuos a los que Sánchez está dispuesto a comprender no sufren ninguna opresión,
muy al contrario, campan a sus anchas por donde se encuentran, paran trenes,
interceptan autovías, hacen suspender el metro, frustran conferencias y mesas
redondas, insultan y persiguen a los que no son nacionalistas, realizan
pintadas en centros políticos y casas particulares, etc.
Sobre esta gente, sobre
estas juventudes hitlerianas, sobre este fascismo rojo, se inclina la miopía de
Sánchez y su multicomprensión ideológica. Lo que hace Sánchez es obedecer a la asunción de uno de sus principios
ideológicos, pero se equivoca garrafalmente de objetivo. ¿Existe el
nacionalismo democrático?
De todos modos, me inclino a
pensar que en el fondo, esta empatía de Sánchez por los separatistas es casual
y meramente formal, es decir, estratégica, pero el problema es hasta qué límite,
teniendo en cuenta la naturaleza pasional del nacionalismo, hasta dónde van a continuar estas “amistades
peligrosas” y qué va a implicar para el resto de la sociedad, en un futuro
breve, este agridulce idilio.
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