viernes, 26 de abril de 2019






LA MANÍA EMPÁTICA DE LA IZQUIERDA Y EL FALLO DE SÁNCHEZ

La simpatía de la izquierda por los marginados sociales, por los drogadictos, transexuales o desempleados es el amor por las minorías, por los que están fuera de la integración social, y ese amor es el que lleva a Sánchez a considerar catalanes, es decir, singulares y desprotegidos, única y exclusivamente a los separatistas.
El resto, los catalanes que se sienten catalanes, españoles y europeos son una masa indiferente de segundo orden que no implica ninguna prioridad en la mente de Sánchez precisamente por no revestirse de frágiles peculiaridades.
Sánchez se ha complicado la vida haciendo encaje de bolillos en su relación con los separatistas al empeñarse en ser comprensivo con estos. La razón de tal comprensión es, por un lado,   el carácter minoritario de estos grupos ante el resto de España; y por otro, debido a la pura y contundente ideología. 
Con respecto a esta anoto una percepción nueva. Estoy sorprendido ante el cambio conceptual que está experimentando el término ideología y que viene a comportar una suerte de desenmascaramiento o revelación de su nueva significación. Hace años, “tener ideología” significaba sentirse implicado ante un programa que a su vez reflejaba cierta imagen del mundo. Ideología equivale ahora a un corsé mental que determina posiciones y programas y que tiene una energía extraordinaria sobre el sujeto, hasta el punto que quien está poseído por ella no es capaz de percibirlo como un condicionamiento de su pensar.   
La comprensión de Sánchez, típica de la izquierda, sólo fluye en una dirección y se dirige hoy hacia quienes en otro tiempo quizá fueron víctimas, pero que actualmente significan todo lo contrario. Los individuos a los que Sánchez está dispuesto a comprender no sufren ninguna opresión, muy al contrario, campan a sus anchas por donde se encuentran, paran trenes, interceptan autovías, hacen suspender el metro, frustran conferencias y mesas redondas, insultan y persiguen a los que no son nacionalistas, realizan pintadas en centros políticos y casas particulares, etc.
Sobre esta gente, sobre estas juventudes hitlerianas, sobre este fascismo rojo, se inclina la miopía de Sánchez y su multicomprensión ideológica. Lo que hace Sánchez es obedecer  a la asunción de uno de sus principios ideológicos, pero se equivoca garrafalmente de objetivo. ¿Existe el nacionalismo democrático?
De todos modos, me inclino a pensar que en el fondo, esta empatía de Sánchez por los separatistas es casual y meramente formal, es decir, estratégica, pero el problema es hasta qué límite, teniendo en cuenta la naturaleza pasional del nacionalismo,  hasta dónde van a continuar estas “amistades peligrosas” y qué va a implicar para el resto de la sociedad, en un futuro breve, este agridulce idilio. 
    


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