Hay que decir que,
efectivamente, con su último libro, La compasión difícil, Chantal Maillard lo
ha conseguido, es decir, provocar: por un lado, ha conseguido que la leamos con
interés y por otro, ha resultado efectiva esa intención poco velada de
contrariar o incluso, molestar. En la futura nota que procuraré colocar en
MUNDIARIO, me extenderé sobre los distintos apartados críticos de este libro; aquí sólo me detendré en uno de los ejemplos
que utiliza para ilustrar la penosa competencia entre creencias, ejemplo que Chantail
no ha repasado una segunda vez, y que me parece no sólo poco acertado sino
claramente torpe e injusto.
En el pasaje del libro
titulado Creer no es respetable,
escribe: “El sacerdote del museo (de
Palmira) ha sido ejecutado. Para que otro cuento pueda oírse. La historia de
otra horda. Todo credo tiene sus hordas”.
No sólo es poco acertado
llamar sacerdote del museo al pobre director que defendió con su vida el museo
de la ciudad de los ataques de los asesinos terroristas, sino que lo es más
cuando este hombre no estaba defendiendo ningún credo sino obras de arte, es
decir, el depósito profano y sacro, la memoria del pueblo.
También es un error
considerar a los terroristas meros seguidores, más o menos levantiscos, de otro
credo, supuestamente opuesto al que ostentaba, también supuestamente, aquel
hombre asesinado cobardemente: los jihadistas no pelean, solamente por imponer
otro credo, su misión prioritaria es matar, aniquilar al otro, destruirlo.
Toda la reflexión que
Maillard expone en este pasaje es tan interesante y acertada como inaceptable
en tanto mantenga el ejemplo anterior como elemento narrativo de tal
exposición. No tiene nada que ver lo que Maillard dice con respecto a los prejuicios de adeptos de
distintos u opuestos credos con respecto al tremendo destino de ese hombre solo
que se sacrificó, si hay que decirlo en tales términos, por la cultura, por la Memoria
común.
O Maillard lo ha hecho
adrede, cosa que me sorprende porque es declaradamente injusto y erróneo
colocar tal ejemplo para lo que desea explicar, o es que ha patinado sin darse
cuenta de lo que ha elegido como motivo teórico ante la prisa por justificar lo expuesto. El que esto haya ocurrido me sorprende en una autora como Chantal.
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