viernes, 24 de mayo de 2019





EL CONCEPTO DE NATURALEZA I
Alfred North Whitehead

Hace un par de años adquirí este libro en una feria de libros de viejo y lo leí con pasión y sorpresa: pasión porque conocía algo de la rareza intelectual y personal del autor; y sorpresa por el tipo de lúcido y original abordamiento de la materia. He atravesado el libro de anotaciones y de subrayados, lo que me ha permitido que pasado el tiempo no olvidara del todo los contenidos de la obra.  Teniendo en cuenta tales anotaciones e incisos sobre el mismo texto, baso el comentario oscilante y gratuito que viene a continuación. No pretendo profundizar más allá pues tampoco deseo leer de nuevo el libro. Sólo sé que se trata de una obra sobre filosofía de la ciencia, notable y todavía conceptualmente novedosa. 

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El texto es un concepto científico, o al menos, epistemológico, y al mismo tiempo un valor crítico que permite una evaluación de las obras en función del grado de intensidad de la significación que hay en ellas.
Partiendo de esta cita de Barthes, no pretendo tanto analizar la integridad del pensamiento de Whitehead como llevar a cabo una digresión de los pasajes que he subrayado en el libro. Invoco la libertad de lectura por un lado y por el otro la inexistencia formal de toda pretensión académica ya que no se  me va a recompensar con ninguna buena o regular nota sobre lo que escriba. Simplemente analizo fragmentos que me han interesado y he comprendido, al menos, en su mayor parte. Me dejo llevar por la fascinación de un texto lúcido.




En cierto sentido, la naturaleza es independiente del pensamiento. Con esta declaración no se intenta hacer una afirmación metafísica. Lo que quiero decir es que podemos pensar acerca de la naturaleza sin pensar sobre el pensamiento.
Ubicación ante la naturaleza como realidad-lo que perciben mis sentidos – y como competencia del pensamiento. La naturaleza requiere una especificidad propia del pensar, sin que la reflexión tenga para ello que potenciar su volumen, sino centrándose intelectual y metodológicamente en lo que la naturaleza ofrece y presenta.


El pensamiento acerca de la naturaleza es diferente de la percepción sensorial.
Whitehead llama “toma de consciencia sensorial” a la percepción del mundo sensorial diferente del pensamiento. Es decir, una cosa es el pensamiento, con su tendencia a la discriminación de elementos y análisis, con vistas a definiciones finales de los  resultados, y otra el contacto del sujeto con el estricto ser físico de la naturaleza. Una cosa es producción y asunción de componentes intelectuales y otra atañe a la ubicación cognoscitiva formal e ineludible ante el fenómeno continuo de la naturaleza.



La naturaleza está cerrada a la mente.
La naturaleza no se lee, simplemente, se estudia y cuando gracias al tiempo de experimentación y observación hayamos alcanzado a definir cierta estadística o regularidad, podremos decir que constatamos ciertos procesos como reales efectuándose en la naturaleza. La naturaleza se ofrece a la investigación, pues ha sido, efectivamente, estudiada, hasta el punto de descubrir sus leyes, pero tales leyes no han sido permeables al primer vistazo. La ostensión de la naturaleza requería de un horadar su superficie.


El pensamiento es más vasto que la naturaleza, de suerte que hay entidades para el pensamiento que no son entidades naturales.
Lo dicho. Reparto de competencias. A la física no le corresponde solucionar cuestiones de índole moral del mismo modo que a la filosofía sí puede corresponderle definir las incidencias ideológicas de un argumento puramente gramatical. La naturaleza es objeto de investigación y estudio. El pensamiento puede trabajar en la definición de leyes naturales e interesarse por otras cuestiones hipotéticas o teóricas. 

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Una de las cosas que más me ha sorprendido del texto de Whitehead es la utilización del término acontecimiento. El filósofo inglés usa esta palabra sin terminar de explicarla de un modo específico. Parece que le sea suficiente con los aspectos dinámicos que sugiere, al colocarla en un contexto de percepciones sensoriales integrales. Como si “acontecimiento” fuera todo lo que dentro de la naturaleza se modificara, ocurriera por primera vez o sirviera para alterar un paraje determinado de observación. Podríamos establecer una correspondencia más o menos discrecional del término acontecimiento con el de “fenómeno” o “fenomenología”.
También me ha sorprendido la utilización de este término en la obra de Whitehead porque un pensador como Deleuze lo utilizaba con profusión en alguno de sus libros más notables y con, más o menos, la misma significación.




Las conjeturas platónicas hablan mucho más fantásticamente que el análisis sistemático de Aristóteles, pero en algún sentido son más valiosas.
¿Son más valiosas por el depósito lingüístico que guardan, por la riqueza elíptica de su lenguaje polisémico, por su plasticidad futura?


El éter ha sido inventado por la ciencia moderna como sustrato de los acontecimientos que se hallan esparcidos por el espacio y el tiempo más allá del alcance de la materia ponderable ordinaria.
La filosofía occidental postula que bajo lo que percibimos se halla una esencia. Las cosas son soportes de otras cosas diferentes de ellas mismas. En el ámbito de la reflexión científica, la lógica aristotélica ha inculcado esta tendencia: pensar que bajo la cosa percibida se halla el sustrato que es lo que en realidad buscábamos de esa cosa, o al menos, lo más importante. El éter, en este sentido, más que un error epistemológico es un recurso explicativo, una idea que roza lo poético, y por ello, temporalmente útil.   

  


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