Cómo maltratamos al cuerpo. Lo digo porque tras unos siglos sin perder de vista la grisura urbana, un ratillo deambulando en libertad por el campo parece haber colocado todos mis huesos en su sitio, sumiéndome en un grato estado de lucidez física.
No es que hayamos abarcado un gran territorio andando, pero el balance final ha resultado diverso: un par de conejos, perdices, una abubilla en artístico vuelo, carroñas de distinto tipo, egragópilas, caracoles, setas, algarrobos, pinos y una poza tomada por abejas han sido los habitantes del pedacico de naturaleza que hemos visitado, súbitamente esta tarde.
Una percepción muy elemental: qué distinto es el tiempo en la naturaleza. Apenas hemos regresado, todo ha vuelto a su sitio: las máscaras y los gestos de los urbanitas y el ruido de los coches han sustituido a ese mar que soplaba sobre nuestras cabezas: el viento soplando entre los pinos.
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Como suele ocurrir: la olímpica ignorancia ibérica de algunas normas |
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Retorcimientos sin drama |
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Por debajo de lo natural, lo que no lo es |
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La famosa quijada de.... |
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Cicerone senderista |
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Haciendo camino. |
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El sol de la tarde se filtra por entre ramajes y telarañas |
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Nobleza y belleza |
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Advertencia de los brujos de la floresta |
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Los Giacometti |
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Dos mundos |
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Marca de agua |
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