KAMASUTRA PARA DORMIR A UN ESPECTRO
Clara Janés
Sin alaracas, sin prisas
pero sin pausas, la inventiva poética de Clara Janés no ha cesado de internarse
por los parajes más experimentales y sorpresivos. Un sano desasosiego ha ido
alimentando de esta manera su interés literario durante décadas. En este sentido
yo definiría a la poeta como alma sensitiva siempre tranquilamente alerta.
Este último libro suyo, Kamasutra para dormir a un espectro, exquisitamente editado por
Siruela, viene a representar un tramo último de la evolución espiritual de la
autora. Lo digo con la conciencia de no separar en absoluto la temática que
irriga al poemario de su eclosión reflejada en la escritura. Si ambas cosas son
una y creo que en este caso lo son, el libro vehicula, de este modo, una experiencia tan dichosa como inenarrable.
Nos encontramos en el denso
y etéreo ámbito de lo místico; y en tal caso, si te gusta la literatura mística,
te interesará este libro, de lo contrario, sabiamente, te distanciarás y buscarás
otros registros.
La complejidad, la ingravidez,
la subjetividad total de una experiencia
como la que canta la poeta en estas páginas, editadas en un relajante azul, no
pueden sin más convertirse en objeto positivo y lúdico de análisis literario si
estimamos la autenticidad de la experiencia que se nos expone. Por otro lado,
se ha dicho ciertamente, que los arrobos místicos en el último siglo,
frecuentan más los pliegos de algunas tendencias contemporáneas de poesía que
los claustros conventuales. Una
experiencia del misterio, henchida de plenitud secreta, sólo apenas confesada a
la palabra poética, se queda ahí, en esos confines del verbo tan íntimamente
solícito y poco resta decir sino acerca del gusto o el tino por la elección de
las palabras destinadas a comunicar tan especial evento personal.
De la experiencia mística de
Clara Janés no puedo decir nada, salvo remitirme a las palabras que ha escogido
como herméticas mensajeras de la misma. Y si analizo la belleza de sus
palabras, no podré, finalmente, justificarlas sino como expresión de tan
indescriptible motivo, independientemente de que elogie su musicalidad, o la
espléndida ascendencia literaria clásica
que revelan.
De todos modos, del libro,
sí podría decir, escuetamente, que su carácter fragmentario y su alternancia textual
– poemas en verso y prosa junto a explicitaciones circunstanciales de lo que ha
motivado la escritura de tales poemas - describen con precisión confesional el
itinerario experimentado por la poeta. Los sonetos son inmejorables, parecen
emergidos de las cuitas de un San Juan de La Cruz y redactados por el mismo
santo, lo cual dice lo máximo acerca del grado alcanzado por Clara Janés en el
devenir escritural de este estilo.
Lo místico es la totalidad y
la nada, a un tiempo; su aventura arriba a lo vertiginoso, a lo dichoso y más
allá del cerco de la palabra imantada, no podemos percibir otra cosa que no sea
la conversión de los versos en música. Lo máximo y lo mínimo se anulan uno a lo
otro en el seno de un texto que nos llenará a nosotros de plenitud si logra
seducirnos para que nos sumerjamos en él. Y esto depende de la reacción de cada
uno en particular.
El libro de Clara Janés es
una intensidad amable que puede visitarse como una geografía concreta si lo que
deseamos es olvidar la mediocridad de terrenas medianías.
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