Acabo de “descubrir” a
Vernon Le, seudónimo de Violet Paget. Sorprendido por las descripciones que
hace del universo romano y de los entornos vaticanos, esa ceremoniosa eclosión
de colores y efigies sin fin rotando sobre veteranas auras. Me intriga el título
de una de sus obras: Proteus o el futuro
de la inteligencia. Digo que me
sorprende su estilo en las múltiples piezas dedicadas a describir los fastos romanos
porque su escritura integra las valoraciones negativas en un contraste que hace
pululante y sólida su escritura. En tierra italiana es sensible tanto a la
belleza que no para de brotar de los restos de tanta historia circundante como
a la intencionalidad equívoca de alguna de las imágenes sacras de iglesias y
panteones.
Me pregunto por qué una obra
filosófica escrita o comenzada a escribir por Miguel Espinosa a finales de los
cincuenta, no está publicada que yo sepa, todavía. De Espinosa, como de Borges,
hay que leerlo todo. Si su epistolario ha tenido tanto éxito, seguro que sus
seguidores celebrarían la edición de esos ensayos. No me refiero a sus
reflexiones sobre Norteamérica, sino a un trabajo estrictamente filosófico y
del que habla en sus cartas. Espinosa escribe desde unas trincheras semánticas
tan especiales que el interés que despierta se mantiene vivo. Un caso parecido ocurre
con Estanislao Sánchez Calvo, el famoso alcalde de Avilés – lo fue durante un
día – cuyas especulaciones sobre milagros y espectros hemos disfrutado, pero
cuya obra filosófica restante permanece ocluida en cajones o archivos.
Ayer vi de nuevo El hombre de la Mancha, la película
musical que interpreta Peter O´Toole. Sensaciones curiosas al comprobar cómo se
interpreta un clásico nacional y universal por mentalidades foráneas, aunque,
claro, si es un clásico universal esas mentalidades foráneas no lo serán tanto
pues también tendrán su derecho a versionar una entidad estética que será
asunto e interés de todos. Lo que me resultó tedioso fue el tratamiento de la
figura de Aldonza. Peter O´Toole a veces parece un robotito moviendo la cabeza,
pero resulta conmovedor en los momentos musicales. Desde luego, la famosa
canción Un sueño imposible no puede sonar
aquí más emocionante, a propósito de ideales quijotescos y de la vida,
dividida, engañosamente, entre poesía y realidad.
Hojeo el diario de viaje de
Benedetto Croce durante su viaje por España y leo, también, la publicación en
Renacimiento del conjunto de artículos que Vicente Blasco Ibáñez escribió sobre el orbe
parisino durante su exilio francés. Las crónicas,
los libros de viajes convertidos en anecdotarios de los fugitivos confines del
tiempo y de los espacios. Uno se da cuenta de que el mayor laberinto, el tramo
más insólito es el que se configura a través del tiempo. En realidad no hay
mayor itinerario de viaje que el tiempo. El espacio y la vivencia del espacio
se modifican a través del baño del tiempo. Y, además, uno puede convertirse en
un extranjero en su país propio.
Leo El intercambio imposible de Jean Baudrillard. No creo, en absoluto,
que el pensamiento de Baudrillard sea un bluf, después de tantos libros
notables y de la fama que adquirió, pero esos análisis vertiginosos sobre la
realidad, esa especialidad en lo definitivo y apocalíptico, corren el riesgo de
quedar reducidos a lo espectacular, a la intensidad de una prosa efectista y
brillante. A pocos filósofos contemporáneos he leído con tanta emoción y placer
intelectivo, pues parecía que a Baudrillard se le había encomendado la misión
de revelar la naturaleza profunda de la actualidad. Precisamente por ello, por
centrarse en lo actual a través de balances relampagueantes y fatales, es que
su figura ha quedado confinada a un discurso o a teorías ya recurridas
socialmente y convenientemente deglutidas. Baudrillard pretendió definir la
realidad, pero lo que la vida te puede dar es mucho más que ataques de
elocuencia. No olvido sus escritos, las capas y grosores de realidad que
descubre en sus obras, pero la experiencia de que te puede hacer partícipe la
vida borra los límites que la inteligencia describe como definitivos. La vida
es más que la actualización crítica de sus derivas. A pesar de la inevitable
gravedad histórica de las grandes teorías, uno puede atender a la marcha de la vida y sus
sorpresas, ignorando convenientemente tales estatus o pronósticos.
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