PUNCIONES
II
Es algo común constatar
que con la perspectiva que da el tiempo sobre las cosas, estas parecen hacerse
más claras o inteligibles. Aplicada esta visión a los artistas, por
ejemplo, la distancia temporal se
convierte en generosa fuente de sugerencias e imágenes. El azar me ha puesto
ante los ojos, últimamente, a dos creadores distintos incluso de género: a
Colette, la escritora francesa y a Santiago Rusiñol, el pintor y escritor
catalán. No he descubierto nada que no supiera ya de estos personajes: lo que
supone un placer nuevo es el recorrer sus vidas y los parajes por los que se
movieron y vivieron al ritmo de la navegación internáutica. De este modo, distinto a si consultara una
enciclopedia impresa, el eje de experiencias y de mundos que cada protagonista suscita en torno a sí, se percibe de un modo
más efectivo y fluyente. Cada personaje, produce una red móvil de situaciones,
de parajes o de personajes afines que forman un todo vivo, y que nos hace
considerar cómo vivieron su época, escenificándose la relevancia histórica que
protagonizaron. Esta es la impresión internética, ya digo, distinta a la más estática de una enciclopedia, pues la red
incorpora de modo continuo nuevas informaciones, actualización de datos,
fotografías inéditas, etc., En torno a
Colette gravitan imágenes de cocotte de cabaret, con las de la mujer escritora,
aplicada a su folio con su pluma, en la habitación donde trabajaba; imágenes
mundanas o de infancia junto a crónicas periodísticas del escándalo que provocó
en una atrevida pantomima; filmaciones en la que publicita la crema que inventó
o a la que puso nombre, junto a otras en las que contesta las preguntas del
periodista en un documental filmado poco antes de su fallecimiento. Todo estro
en un solo envase, en un todo que fluye en la memoria archivada. De Santiago
Rusiñol también hay filmaciones, además de fotos y artículos internáuticos: la
filmación que recoge momentos del homenaje que le dieron en los años veinte.
Examinando todos estos documentos percibimos la riqueza, la cuasi exuberancia
de motivos, ocasiones y circunstancias que una persona, y de un modo especial
si pertenece al ámbito de la creación o del arte, puede producir. Todo ese conjunto de
situaciones o anécdotas gravitan como imágenes satélites sobre el sujeto y es
ahí cuando ello nos obliga a afirmar la soberanía y la dignidad de la persona
que ha vivido consecuentemente su vocación y la vida.
Examinando
fotografías antiguas y daguerrotipos de desnudos, me encanta comprobar cómo las
mujeres al posar sin ocultar el rostro y mirando con tranquilidad, con esa
cuasi soberanía a la cámara, demuestran un distanciamiento de su tiempo, no ser cómplices de las poquedades de su
época. Aunque se rodeen de trapos en las imágenes, en realidad no tienen nada
que ver con los corsés que les atenazaban el cuerpo ni con la frondosa indumentaria
del momento. Al desnudarse, mostraban su verdadero ser, su no militar en las
capas prejuiciosas del XIX.
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