lunes, 15 de junio de 2020

EL DEVENIR DE LA IMAGEN





Si invocamos un componente formal de la obra artística como es el “ritmo”, enseguida tendremos en mente la composición musical o, a lo sumo, quisiéramos identificar el dinamismo de las composiciones artísticas modernas con ese elemento como su más importante factor.
Pero hay ritmos lentos, etéreos, infrecuentes, divisamente calculados hasta la molécula inicial.  El ritmo no es asunto exclusivamente musical. También el arte figurativo puede hacerse acreedor de ritmos según los relieves, las formas, los colores que ponga en juego, o cómo acontezcan las figuras en el escenario representado.  
Esta imagen representa a un cazador o cochero manejando a unos perros. La imagen en general, pero sobre todo, la imagen del hombre, asume cierta articulación rítmica. Observo una suerte de ritmo estático, que puntean los rombos rojos, hábilmente simulados en distintos componentes de la imagen. La figura del hombre, blanda y rígida a la vez, por el aspecto estereotipado del rostro, me hace pensar en maniquís y en la pintura de Magritte.  Se diría que parece levitar ligeramente. Los rombos rojos que “suplantan” o en que se convierten las solapas, las mangas del traje o los extremos superiores de las botas, accionan como por segmentos esta figura humana que en la torpe forma de empuñar el látigo está mostrando la fragilidad de su figura entera, su génesis mecánica.  





En esta imagen los tres ases imponen dos superficies de lectura: la que los propios ases evidencian y la convergente, la que integra lo que salta a la vista con el resto de la composición.  Las tres contundentes sombras de los ases gravitan sobre el primer plano de la visión, aplastan al resto de la imagen en la que de paso, ubican sus cuerpos en huecos hechos a medida. La verticalidad de los ases casi fragmenta la imagen en dos articulaciones cuando lo que se quiere es que la imagen funcione en su integridad. El efecto estereoscópico muestra sin pudor sus trucos al tiempo que camufla su objetivo en las propiedades de lo representado. Su presencia indica la dinámica de una estrategia visual, lo que supone que toda imagen implica un mensaje pendiente de descifrar. 

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