EL HURTADO PLACER DE LA CONVERSACIÓN
Continúo
hallando puntos de conexión entre el presente nacional o local, y lo denunciado
o comentado por Sijé en sus artículos periodísticos.
Se
quejaba Sijé, en un artículo
publicado en El Sol, en el año 1931, de que la política teñía de tal modo
cualquier tertulia, que el placer de la conversación, algo tan particular y
estimado en la vida social del país, había casi desaparecido, secuestrado por
este prurito insaciable. Lo político, la obsesión política cubría el horizonte
de tal manera, que toda otra alternativa de discurso o de observación, quedaba
opacada o expulsada de la tendencia común. Por ello, dice Sijé, que descuidamos
nuestro mundo interior, que este se ha reducido a una sutileza casi
imperceptible ante el imponderable político. Si tenemos en cuenta el contexto
social y en qué iba a desembocar – la contienda civil – ello casi justificaría
aquel enfrascamiento general de la población.
Del
mismo modo, con, quizás, más indignación que nuestro sabio articulista, se manifestaba
el hispanista francés Jean-Claude Rabaté,
este año pasado, cuando al presentar una
biografía sobre Unamuno, en un programa de entrevistas emitido por el canal
público 24 horas, dijo, visiblemente exasperado: ¡España está enferma de política!
Cuando
el hispanista decía esto, el debate sobre la independencia catalana paralizaba
todas las cadenas de televisión y las ediciones de los periódicos.
Sijé
más que denunciar la decadencia de las tertulias, exponía un hecho concreto: la
sustitución de la libertad temática de los tertulianos por el “monografismo”
político, como rezaba la definición de Eugenio
D´Ors.
Cuando
ahora nos quejamos no de la decadencia sino de la inexistencia de las
tertulias, tanto televisadas como practicadas por nosotros mismos, no hacemos
sino sumar otra ausencia más, otra desposesión más a la melancólica lista que
nos califica como posmodernos, posindustriales y, ya puestos, pos cualquier cosa
que antes se ejerciera con soberanía y naturalidad. Lo dijo una vez el agudo
escritor francés Jean Baudrillard,
invitado a un programa que dirigía Sánchez-Dragó:
el hombre actual está asistiendo a una suerte de nuevo Auschtwitz, en el cada
tras cada sesión, se le va despojando paulatinamente de cualidades y hasta de
derechos.
Actualmente
se habla, cómo no, de la pandemia, pero creo que tenía razón Sijé: nos importa
poco, a pesar de cómo sean o no las circunstancias que se vivan, el mayor tesoro que poseemos y que es nuestro
más preciado y especioso laberinto de contenidos y posibilidades: nuestra
propia alma. Se ha impuesto un discurso de intereses civiles, sí, pero cuasi
parece que hablar de metafísica, de arte, de espíritu, de la historia de las
ideas, esté tácitamente prohibido.
Si
como afirma, dolido, Ángel Gabilondo:
Cada vez hacemos menos cosas, juntos, el arte de la tertulia,
desde luego, es una de esas cosas que antes, con más entusiasmo y tiempo que
ahora, sí hacíamos juntos con soberano gusto.
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