Lo que me
ocurrió recientemente con la figura de Severo Sarduy ilustra de un modo muy
preciso, me parece, para lo que sirve internet, ocasionalmente, en tanto que gran
enciclopedia o memoria virtualmente infinita del mundo.
Por no sé qué
azares, leyendo cualquier cosa, me vino a la cabeza, el otro día, el nombre de
Severo Sarduy. Me sorprendí a mí mismo, pues a este autor lo tenía casi
totalmente olvidado. Es más, creo que desde su muerte, bien poco o casi nada se
ha editado o reeditado de su obra. Recordaba bien poco de su biografía y no
había leído sino algún fragmento de sus obras. Tenía la convicción de que Sarduy
había desaparecido del universo, que ningún crítico o editor se acordaba de él,
de que, por la razón que fuera, su literatura no interesaba y de que habría que
considerarlo una figura cuasi remota de la escritura. Este destino melancólico
despertó mi interés y se me ocurrió investigar en internet, rastrear información
sobre el autor cubano. Y fue entonces cuando comenzó la paulatina resurrección
de Sarduy.
Severo Sarduy es
autor de una serie de brillantes novelas, poemarios y ensayos que recogen y
explotan el conocido estilo barroco de la escuela cubana, entre cuyos
integrantes podemos nombrar a un Alejo
Carpentier, Cinto Vitier o a Lezama Lima, como figura más extraordinaria. Salió
de su tierra natal a los veinte años, publicó libros en España y, finalmente,
se instaló en París donde contactó con la
creme de la creme de la intelectualidad
francesa del momento, haciendo particular amistad con Roland Barthes. Fue uno
de los entrevistados por Joaquín Soler Serrano en su notable programa televisivo
A fondo, y vivió también en
Barcelona. Repasando blogs y periódicos digitales, comprobé que este “olvidado”
de la literatura hispanoamericana ha sido motivo de varios trabajos y artículos
publicados en tales medios digitales, especialmente numerosos entre 2016 y 2017.
Además, el material fotográfico terminó de rescatarlo de tal olvido y hacer
desaparecer el carácter de “figura remota” con que se me había impuesto en la
imaginación.
Echando un
vistazo a todo este material informativo, alguien que para mí hace casi siglos
que se encontraba fuera de la vida, emergió de la nada y se instaló en la vida
plena y fluyente, es decir, en la vida que vivió y protagonizó. Especialmente interesante
me pareció la entrevista con Soler Serrano: no sólo descubrí una cordialidad personal
y una sensibilidad refinada sino que la teoría que expone en tal entrevista
sobre el origen de lo que heredamos y que conformará parte sustancial de nuestra
personalidad, me pareció insólitamente creativa y fascinante.
Del repaso biográfico y literario de Sarduy en internet extraje unas conclusiones: que nadie es materia de olvido porque sí, que todos han vivido la vida, por lo menos en algún período de su vida, de modo pleno o feliz, y que a poco que investiguemos con seriedad, esa persona o sujeto que creíamos cuasi inexistente, se actualiza, resucita ante nuestros ojos, adquiere relieve y vida y su voz puede volverse a escuchar en el flujo variopinto e interminable de las otras informaciones.
1 comentario:
Leer a Sarduy es gozar. Gran escritor. En el blog Diario de Svejk hay muchas cosas de él. Saludos de una sarduyana.
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