Echando
un vistazo a la correspondencia del pintor Eduardo Rosales, artista madrileño
que se mudó para residir en Murcia hacia
1870, leo sus pareceres sobre las obras que se iban a exponer en la Exposición
universal de Florencia. Su desparpajo, tildándolas de malas o de muy malas,- se
trataba en su mayor caso de cuadros consistentes en escenas históricas, la
mayoría de ellas, medievales, según la tendencia romántica del momento – se
excusa, precisamente por su profesionalidad. No juzga un extraño al arte, sino
que esboza una consideración general alguien que conocía los motivos
inspiradores y el destino económico de tales obras. Esto quiere decir, en
definitiva, que a veces el arte no sólo se adapta pesarosamente a los gustos de
la sociedad a la que pertenece, sino que en ocasiones atraviesa períodos rutinarios o escasamente originales.
He
tenido en cuenta estos aspectos inerciales a la hora de visionar de un modo
medianamente crítico la exposición que me he encontrado en la sala las
Verónicas de Murcia.
La
exposición, Cromotopia, recoge una serie de obras del artista alemán Rainer Split. Las piezas expuestas, a medio camino
entre la escultura y la pintura, encajarían en el estilo de un minimalismo
mixto que buscaría el deslindamiento formal de tal tendencia, a la búsqueda de
sugestiones nuevas basadas en la rotundidad de los colores vivos y planos.
Hay
que confesar una cosa: estas alturas, la pureza del estricto geometrismo,
aunque conceptualmente impecable, aburre un poco. Sucesiones de cubos más o
menos escorados, rectángulos pintados como si fueran cajones o estanterías
especiales, pinceladas de colores puros sobre superficies reflectantes pueden
funcionar estéticamente según dónde se coloquen. Con bastante seguridad, en el
espacio acogedor de un hogar, esta clase de piezas artísticas llamarán más la
atención que en las desnudas salas de un museo, pues en una casa producirán más
contraste o harmonizarán con las líneas arquitectónicas generales.
Ahora
bien, hemos mencionado el carácter mixto de esta exposición. A este respecto,
Split, ha introducido elementos nuevos en la narrativa común de los
minimalismos geométricos conocidos. El más sobresaliente elemento de este tipo,
y yo diría que lo que más atractivo ofrece al visitante de esta exposición, es
ese inmenso charco, casi diríamos pequeño lago de líquido plástico que brilla
misteriosamente en medio de la sala.
Al
entrar a la exposición, uno piensa en la representación de un desastre, en la
exhibición de un extraño fenómeno paranormal que hubiera producido ese estanque
aparentemente muy pulido pero de un sospechoso tono oscuro. En este universo todo es química y
este efecto que procede del manejo de algún tipo de material que se solidifica
y resulta inocuo para la salud pero que consigue impresionar por lo que sugiere
más que por lo que es realmente, también debe su origen a la maestría química.
El
artista coloca este charco de materia ignota en medio mismo de la sala, ¿para sugerir
que la pintura, originariamente, es esto, un montón de líquido informe
dependiente del genio creador, para indicar qué fin le espera a cada obra
expuesta, y de paso a toda obra humana: ser engullidas por la materia oscura
del universo? Sea como sea, este líquido amenazador e hipnótico, se añade a la
inercia de las obras expuestas y crea un contexto numinoso, periférico, con
respecto a las creaciones estrictas.
Un buen número de las obras de arte actuales, en especial las que diseñan los jóvenes recién salidos de la escuela de arte, adolecen de didactismo y funcionalismo: la obra de arte en vez de ser una obra de arte se convierte en herramienta de una idea o de una propuesta más o menos justificada. Si la obra de arte es el producto de la imaginación, que el visitador de exposiciones también emplee la imaginación para desentrañar y disfrutar de la obra artística. Lo dicho. De esta exposición, el elemento más dinámico y jugoso para estimular esa imaginación reivindicada es el estanque de materia oscura. En torno de él, que las atmósferas giren en vórtices pasmosos de color y magia. Atrevámonos a imaginarlo, salvando las erráticas inercias que acosan a muchas de las exposiciones que se realizan.
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