GEORGE ELIOT. ENSAYOS.
Sobre la era victoriana se ha hecho muy popular el estereotipo
de que fue una época mojigata e hipócrita. Lo que personalmente he ido comprobando
es que, sin desmentir absolutamente lo que tales estereotipos acusan, la era
victoriana fue algo más que eso, incluso diría mucho más y yo hablaría de la
inteligencia secreta que autores y autoras, escritores y escritoras de entonces
exhibieron en sus obras y que ahora, por lo menos por aquí, por España, parece
que admitimos como realidad. Artistas de la palabra escrita como Robert
Browning, Elizabeth Barret Browning, Wilkie Collins, Lewis Carroll o el mismo
Oscar Wilde, son muestras conocidas de un trascender las empobrecedoras
barreras sociales o simbólicas del momento histórico que vivieron. George Eliot, es decir, Mary Ann Evans,
es una muestra más de esta breve lista y cuya obra ensayística manifestamos
conocer sorpresivamente gracias a este volumen tan atractivamente editado por La Uña Rota.
Eliot era una experta conocedora de la cultura
alemana, de sus filósofos y del idioma. En esta selección de ensayos lo podemos
constatar a través de unos cuantos trabajos que nos hablan tanto de la cultura
y de la sociedad alemanas como de sus filósofos y de ediciones críticas de
obras filosóficas.
Por la especiosidad de estos artículos he llegado a
pensar en Borges, estableciendo quizá una similitud algo laxa o generosa. Pero no
deja de ser interesante y notable que una novelista conociera con minuciosidad
los arduos itinerarios de filosofías tan densamente especulativas.
El libro se abre con la narración de un viaje, de
una excursión local. Me ha parecido sorprendente la percepción que Eliot nos comunica de la luz en un breve pasaje de este texto: “… llegamos a un lugar a la sombra que nos
invitó a sentarnos. G. se fumó un cigarro y nos quedamos contemplando la luz
del sol, que habita como un espíritu
en las ramas de aquellos bosques que subían por las laderas..” La luz como un espíritu… raro y sorprendente ¿no?
Cualquiera diría que el espíritu poético que habitaba el seno de Eliot, comulgaba
con la misma interpretación sacra de la naturaleza que un azteca o un bantú.
COLOR LOCAL TRUMAN CAPOTE.
Llevo siglos encontrándome con el nombre de Truman Capote en listas editoriales, en librerías, en revistas, en notas de prensa, en notas enciclopédicas e incluso en películas, y jamás leí una sola línea de este autor porque consideraba que no me interesaba el género literario en el que supuestamente escribía. En esta ocasión, la publicidad sobre el libro presente era muy precisa y hablaba sobre todo de espacios como motivo narrativo de los artículos que lo constituyen como para que lo olvidara y dejara de lado, aunque hubiera que pagar lo suyo por la exquisitez de estos pequeños volúmenes de Alba. Todo lo que los escritores han escrito sobre lugares concretos en épocas concretas, ciudades, pueblos, enclaves naturales, me interesa: pienso que algún detalle peculiar habrán registrado que me revele algo de ese misterio que habitamos y somos llamado especio y tiempo. Los textos que consisten en crónicas periodísticas o viajes, según la época y el punto geográfico en que se escriban, basta para cumplir con las expectativas literarias apenas el autor de las mismas tenga un mínimo de calidad y compromiso con la escritura. La materia en sí ya surte de la suficiente intensidad como para que el cronista se limite a reflejarla lo más objetivamente posible. En estos artículos Capote nos habla de viajes y de visitas comprometidas a ciudades de su país: Brooklyn, New York, Hollywood, o bien a Italia o España son alguno de esos puntos geográficos que Capote con gracia y precisión describe en sus periplos. Lo que Capote escribe sobre el espacio norteamericano es directo, con algún detalle entrañable y muy elocuente. Todo nos suena a escenarios de película ya familiares pero sin la melosidad hollywudiense. Capote no deja escapar cualquier referencia de entidad sobre la pobreza o la idiosincrasia del barrio o de la zona de la ciudad que visita. El relato sobre los personajes que va conociendo y que habitan los sitios por los que pasa, remarca para el lector el carácter literario de tales personajes que son reales. Los viajes que emprende por España e Italia, se enfrentan a los aspectos previsibles que tales destinos del Sur, iban a tener para el viajero extranjero, pero sorprende cómo Capote no teme describir las bellezas que encuentra y cómo respeta la realidad sin añadir exámenes prejuiciosos. En todos estos textos, la pluma de Capote está inspirada y demuestra el cronista especial que es. Un librico para disfrutar.
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