A poco me ha sabido este casi centenar de páginas del más huidizo y
morbosillo Barthes.
Se trata de un libro póstumo que reúne las dispersas notas con carácter de
diario personal que Barthes escribió o
ensayó que escribía en los últimos años de su vida. Si hubiera sido el texto de
otro, no me prohibiría decir que quien
escribe es en exceso escueto y que casi lo hace a trancas y barrancas, teniendo
en cuenta la materia de lo que trata. Quien
dijo que el mejor y más óptimo diario es el diario escrito con decidida
voluntad literaria, es decir, con la intención de interpretar literariamente
los sucesos de la vida corriente para darle más entusiasmo a lo escrito y
descubrir, quizás, aspectos, significados no obvios en la experiencia inmediata,
no se aplicó el cuento.
Las notas escritas por Barthes sobre sus correrías nocturnas a la pausada
cacería de chicos con manos finas y alargadas, son precisas y contenidas: esa
concisión crea cierta ansiedad en el lector, que debe saber que no está ante
una novela, sino ante las hojas manuscritas de un hombre de más de sesenta años
que nos muestra la vida que siente tal cual. Ciertamente, Barthes apenas narra
y tampoco es que la percepción analítica de las cosas tan típica de su olfato semiótico,
brille aquí de modo especialmente deslumbrante. El carácter íntimo de estas
notas se percibe, pues, en estos aspectos, en su descripción mínima, en la
timidez de las acotaciones, en su esquiva continuidad.
Pero diciendo poco, dice mucho, incluso, demasiado: por ejemplo, cuando como destino
final de un trayecto nocturno de sábado, Barthes nos confiesa con asco su
recurso desesperado al “cuarto oscuro” tras una penosa sesión de cine porno.
Aunque coloque la mano encima de la boca traidora, para atenuar el volumen
sonoro de la confesión, y quiera utilizar todos los disfraces de la elusión
ante los demás, Barthes se encuentra, de pronto, enfilado y en pendiente hacia
abajo y nos dice lo que nos tiene que decir y que le desasosiega.
Las notas finales se tiñen de tristeza y de cierta decadencia: admite la
irregularidad e insatisfacción de sus amores, que no despierta interés en
quienes desea, viéndose obligado a recurrir a la prostitución.
Un Barthes itinerante, ansioso y acosado por el deseo a su provecta edad,
es el que se encuentra en estas páginas escuetas pero suculentas. Si pensamos
en la peculiar muerte accidental que lo arrebataría de la vida un año después
de la escritura de estos textos, no podemos imaginar este azar sino como el más
más melancólico colofón a una mente brillante y a un cuerpo frágil y… débil,
como el de todos.
En español, que yo sepa, este libro no se ha vuelto a reeditar desde 1987.
No hay comentarios:
Publicar un comentario