jueves, 2 de septiembre de 2021

LAS ROSAS TERMINAN Luisa Pastor


Ya dijo Gadamer, meridianamente, que “somos nuestras lecturas”.   Esto no quiere decir, meramente, que conforme pase el tiempo, incrementemos nuestro saber con las consecutivas lecturas que realicemos de las obras literarias, filosóficas o estéticas que nos hayan interesado puntualmente,  sino que con tal proceso de interiorización selectiva hemos ido construyendo un sólido referente que forma parte activa de nuestro modo de interpretar los sucesos del exterior y los destinos de nuestra propia vida íntima. 

Nuestras lecturas no son únicamente un magma de contenidos engrosables, vulnerable al trabajo erosionador de la desmemoria: constituyen una perspectiva sobre la vida, soportan vívidos aspectos de la identidad, postulan una imagen del mundo. Nuestras lecturas acaban siendo nosotros mismos, configuran pasajes de nuestras vidas.

Las lecturas que maneja Luisa Pastor son múltiples y forman esa red compleja de referencias sobre la que la poeta articula con la seguridad de la ficción y la que da la poesía, su historia sentimental. Hay que recordar que si hemos convenido que  la mayor artificialidad que ha producido  el hombre frente a la naturaleza, es la cultura, hemos de reconocer también que en el sentido profundo de estos itinerarios, las cuitas de nuestros héroes literarios son ya las nuestras, pues en el ámbito de la literatura, se ha generado esa asunción vital - literalmente, nuestras lecturas – que hace que en el tránsito de las distintas obras, consideremos algunas como reflejos de nuestras propias trayectorias. Esta especificidad es la que describe la intensidad a la que se refiere Manuel García en la introducción.

Esquemáticamente, podríamos decir que Luisa Pastor utiliza el tradicional pero siempre renovado motivo simbólico de la rosa como metáfora de lo vivido, de lo más entrañable, delicado y vital del sujeto. Cada poema viene encabezado por la cita de un autor o autora, de cuyas circunstancias trata cada poema, en cuestión. Como hemos señalado, las alusiones explicitas de la poeta son numerosas. Por el poemario desfilan los nombres de Virginia Wolf, Silvia Plath, Paul Celan, Jorge Guillén, Alfonsina Storni o Leopoldo María Panero, entre otros. Cada nombre pues, cada cita, proyectan una experiencia con la que Luisa Pastor se identifica y hace suya en un recorrido tan literario como veraz.

Cuando Luisa Pastor habla en nombre de algunos de los autores o escritoras a los que cita, no sólo homenajea su memoria sino que fortalece e irriga la suya que viene a proyectarse desde las páginas de su poemario como un episodio más, todo lo secreto que queramos, de los procesos de la intertextualidad. Las lecturas de otros, pueden llegar a ser las mías si empatizo con los devenires íntimos que la constituyen. Pero se trata de algo más: de una especie de comunión. La cultura es un flujo de interconexiones y alusiones.

Destaco algunos versos que me han gustado. Por ejemplo, estos, sobre el futuro de la inocencia:

No conoce aún el miedo.

Pero alguien se lo revelará:

Su propio ángel.   

Y de modo notorio, este que, aun recordando que toda afirmación depende de un contexto,  es tanto un verso como un aforismo para reflexionar:

La verdad es una profecía que nadie cree.



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