Qué gusto da cuando te aproximas a la obra escrita de alguien que, sin ser obligatoriamente profesional de las letras, satisface los grados de exigencia
crítica que el material expuesto en lo publicado precisaría para su correcto
disfrute. En este punto recuerdo a Octavio
Paz, cuando reclamaba poetas que no fueran filólogos.
Javier Puig es escritor o aspira notablemente a serlo, pero antes ha pertenecido a una comunidad potencial más difusa y extendida:
la de los lectores. Se dice que antes de ser escritor hay que ser un buen
lector. Javier Puig leía antes de escribir y seguirá leyendo, probablemente,
cuando decida dejar la escritura. La lectura
se revela como el mejor adiestramiento del intelecto. Quien lee con voluntad,
incluso con pasión, acaba interpretando brillantemente: la afición a la lectura
interioriza contenidos, dinamiza y contrasta la información recogida y, sobre
todo, supone el esfuerzo de instalarse en aventuras y desenlaces ajenos, lo
cual confirma a su vez, la gran plasticidad asimilativa del lector.
Como ya sabemos gracias a las inquietudes semióticas, leer no consiste
sólo en asimilar texto escrito: se lee la arquitectura, la música, la historia...
Es por ello que un lector aplicado como Puig “lea”, interprete películas o
biografías como vasos comunicantes de una misma y fascinadora intelección.
Efectivamente. En La vida es lo difícil, conversión en epígrafe del famoso verso cernudiano, Javier Puig nos
propone una serie de retratos y biografías fulminantes de personajes relevantes
en los más distintos ámbitos de la ciencia, el arte o la literatura. Por el
libro desfilan tanto cantantes o poetas como novelistas o actores: Nina Simone, Kafka, Tarkovsky, Luis Cernuda, Rilke, Marilyn Monroe, Gandhi o Miguel Hernández son unos pocos ejemplos de este suculento abanico
de personalidades que tanto por sus biografías como por las versiones críticas
que de ellos mismos nos da el interés que suscitan, ocupan un puesto singular
en la historia moderna, mayormente, contemporánea.
Puig no nos presenta a los distintos personajes sumidos en una lista
monocorde, sino que discrimina según las circunstancias vividas así como por
las peculiaridades psicológicas o intelectuales. De este modo hay personajes
extremos, como Alejandra Pizarnik o Pavese; heroínas como Mercedes Núñez Targa; hombres de espíritu como Ernesto Cardenal o Schopenhauer;
o bien, personalidades que vivieron su época y la encarnaron como Pío Baroja o D´Annunzio.
Javier Puig consigue mantener el interés de la lectura en todos y cada uno
de los retratados aquí, porque, por un lado, son ya objetivamente interesantes
en sí mismos, y por otro, porque la escritura de Puig los atiende con la misma
pasión lectora y nivel crítico. La calidad del retrato de Puig consiste en que
no provoca especulación tendenciosa sobre
las particularidades del hombre o de la mujer cuyo itinerario existencial
intenta describir: la información que maneja la extrae de las mejores y últimas
biografías que han aparecido sobre los aludidos en cuestión, exponiendo un
balance crítico y mesurado de sus vidas.
Es previsible que alguno de los seleccionados en esta antología vital,
susciten más o menos recelo, incluso rechazo o ciega admiración. Si las
semblanzas de Puig sortean estos inconvenientes es por su cautela ante los
personajes más cautivadores así como por la capacidad de síntesis y contraste
que su escritura administra ante realidades tan admirables como únicas.
El título del volumen es explícito y refiere una razón contundente: lo
difícil, lo fascinante, el mayor film imaginable es la vida, y esto resulta más
notable, todavía, cuando esa vida se vive con intensidad, con perplejidad, con
pasión.
Echando un vistazo al libro de Puig, uno recibe un impacto que se merece
un comentario general aparte, y que reclamaría una suerte de exégesis de lo que
han significado tantas existencias insólitas articulando eso que llamamos
modernidad.
Podían haber sido otros los seleccionados por Puig en su recorrido, pero no hay menoscabo alguno en ello, pues cualquiera de los retratados que nos encontramos aquí confirmaría por sus propias vicisitudes, el compromiso, la aventura fulgurante que es el vivir.
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