Me
congratulo conmigo mismo al comprobar cómo, todavía, la intuición sigue
funcionando a la hora de descubrir autores y confirmar calidades literarias con
apenas un vistazo superficial. Lumen acaba de publicar la Poesía completa de William Ospina.
Apenas conocía a este escritor colombiano, poseedor de una notable obra
novelística y de algunos premios importantes, pero con un par de vistazos al
volumen que comento y cito, esta, su obra poética completa, creí percibir una
inventiva potente y una convincente compacidad estilística. Con el libro ya en
mi poder no me ha faltado sino disfrutar de su lectura y cerrar el ciclo de las
comprobaciones superficiales. La poesía de Ospina, de factura intachable y
suculento orden sintáctico, presenta unas claras trazas borgianas en el
tratamiento y elección del motivo poético. Es decir, se trata de una poesía no
sentimental, en la que es el intelecto quien guía las emociones y la intensidad
de las descripciones. En algún momento puede parecer algo abundosa, diríamos,
por esa exquisitez teledirigida tan eficazmente, pero si el placer que
obtenemos de un tipo de poesía como este nos resulta tan inevitable, poco hay
que añadir a la hora de sugerir “peros”. La poesía de Ospina presenta el don audaz
de la convergencia formal e imaginativa: cada poema resulta una delicia en la
degustación lectora y siempre ofrece alguna sorpresa en la imagen. Ahora bien,
todo esto resultará si nos acostumbramos a los poemas largos, poemas largos y
de declarada raigambre borgiana. Esa es la novedad que aporta Ospina.
Antes
me he referido al particular olfato de uno a la hora de rastrear calidad en las
obras literarias. También es cierto que los prejuicios o la querencia por los estereotipos
pueden frustrar tal encuentro o rechazar la obra de alguien antes de haberla
leído. Al poeta mexicano Amado Nervo, lo veía, hasta ahora, como algo
remoto en el listado general de los poetas, aunque su tangencial aproximación a
los cánones decadentistas me lo hacía, al mismo tiempo, atractivo. Ha sido este
libro, encontrado en una librería de ocasión, el que me ha descrito más
precisamente al tipo de entrañable poeta y delicado prosista que es Amado
Nervo. En este Arquero divino,
Nervo hace un despliegue de inventiva poética y de especulación lírico-metafísica
en pleno y brillante acorde con los referentes modernistas. Si la parte poética
muestra el mundo más neta y temáticamente identificado con el modernismo, en
los aforismos Nervo se adentra con empatía e imaginación en la espiritualidad
que derivaríamos de este movimiento estético.
El mundo como un gran cosmos unitario, la sociedad como poseedora de un alma común, la analogía y la metáfora en tanto que dispositivos de la relación universal de los objetos y de la significación, la admisión de la reencarnación como teoría del flujo eternal de los seres, la entidad superior de la palabra y de lo verbal, la muerte como revelación mística del ser, conforman el entramado ideológico que las rumorosas reflexiones de Amado Nervo transparentan sucintamente en estas páginas. La harmonía secreta de las cosas sólo es accesible a través del ejercicio de la palabra y del pensamiento aplicado a la significación poética. Teniendo en cuenta lo veterano de todas estas consideraciones teóricas, qué blanda y gratamente atraviesan nuestros sentidos, la mayoría de pensamientos vertidos por Nervo, iluminándonos con la luz remota de las estrellas que, supuestamente, han muerto.
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