Este
fin de semana, impotente y rabioso con lo que está ocurriendo en Ucrania, me
puse a fantasear y pensé lo siguiente:
1. Que los norteamericanos poseen un arma de guerra secreta,
una especie de rayo que viaja cientos de kilómetros en segundos, lo lanzan
sobre Rusia y vuelan por los aires al Kremlin con el tipejo de Putin dentro.
2. Que diversos servicios de espionaje consiguen
infiltrarse en el domicilio de Putin y le taladran el cerebro de un disparo.
3. Que mientras Ucrania resiste, las fuerzas integras
de la OTAN, rodean a Rusia entera y la fulminan con bombardeos infinitos.
4. Que mediante un arma secreta, se consigue suspender
la fuerza de gravedad en el territorio ruso, haciendo que todo tipo de vida sea
imposible allí.
5. Que tras derrotas y revueltas, Putin es apresado y
muere apaleado en la calle como un perro sarnoso.
6. Que un grupo de liberación toma la embajada rusa de
España, y amenaza con volarles a todos la tapa de los sesos si la guerra no se
detiene. En efecto, la guerra no se detiene y todos los miembros de la embajada
rusa resultan muertos ante las cámaras de televisión.
7. Que la supuesta casa que el tipejo Putin tiene en
Altea es tomada, saqueada y después, volada por los aires.
8. Etcétera, etcétera…
Como
se verá, he tenido la mente entretenida en estas tonterías que,
desgraciadamente no se cumplirán, mientras leía de paso las reflexiones de
Schopenhauer sobre el tiempo y la muerte y disfrutaba, además, de un poco de poesía.
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