jueves, 15 de diciembre de 2022

UNA POESÍA VERTICAL Y OTRA MÁS BIEN OBLICUA



 

La obra poética de Roberto Juarroz es una de las más peculiares dentro de la órbita literaria hispana. El poeta argentino escribe una serie de volúmenes bajo un epígrafe general y sucesivo: Poesía vertical I, Poesía Vertical II, etc., hasta la decimoquinta verticalidad poética, articulando a través de una inmejorable formalidad - que no uniformidad -  una de las más audaces propuestas poético-intelectivas de las últimas décadas.

Podría pensarse que Juarroz lleva a cabo una brillante adecuación del pensamiento reflexivo al continente de la poesía, o bien, que a través de la fórmula poética despliega una meditación del mundo que sólo de este modo alcanza su agudeza, más allá de las probables invenciones del texto lógico. En definitiva, ambas cosas son una en una poética del pensamiento que expone con agudeza una deliberación harmónica y conjunta sobre el lenguaje, la muerte y la identidad propia. En la obra de Juarroz sí influye cómo se dicen las cosas: la forma dinamiza, transforma el contenido. Los términos de una brillante reflexión se convierten en algo más impresionante y memorable al ser expresados, es decir, al pasar por el filtro potenciador de la poesía. Lo notable en Juarroz no es que se limitara a transcribir de un formato a otro, sino que razonara, que creara desde la palabra poética misma. Juarroz supera las meras expectativas de la metapoesía dando a luz una poesía que incendia límites canónicos y descubre modos de mirar y descubrir con apariencia de fibrosa especulación.

 

 


 

Estos últimos poemas de Gimferrer ratifican el estilo único, exquisito y estetizante del Gimferrer de siempre, salvo que en cantidad y extensión muy restringidas. Aún así, los he disfrutado como lo mejor del mejor Gimferrer y he pensado que salvo un incremento de las referencias secretas, nada ha cambiado en el registro del poeta y que lo que en juventud descubre un autor, suele ser fuente permanente e inmejorable de su creación. Octavio Paz lo definió como un poeta eternamente joven, y el mundo preciso que el antiguo Gimferrer descubrió en el ejercicio óptimo de su musa constata lo dicho por Paz, al volver a aparecer en sus últimos escritos.

El mundo sofisticado y barroco de Gimferrer asoma en estos poemas fugaces y nos habla de la incorruptibilidad de una visión poética que tras tantos años, continúa descubriendo perfiles insólitos, labrando imágenes impactantes a partir del rico acervo cultural de un occidente que parece haber vencido y disfrutado todas las decadencias.       

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