La obra poética de Roberto Juarroz es una de las más
peculiares dentro de la órbita literaria hispana. El poeta argentino escribe
una serie de volúmenes bajo un epígrafe general y sucesivo: Poesía vertical I,
Poesía Vertical II, etc., hasta la decimoquinta verticalidad poética, articulando
a través de una inmejorable formalidad - que no uniformidad - una de las más audaces propuestas
poético-intelectivas de las últimas décadas.
Podría pensarse que Juarroz lleva a cabo una brillante
adecuación del pensamiento reflexivo al continente de la poesía, o bien, que a
través de la fórmula poética despliega una meditación del mundo que sólo de
este modo alcanza su agudeza, más allá de las probables invenciones del texto
lógico. En definitiva, ambas cosas son una en una poética del pensamiento que
expone con agudeza una deliberación harmónica y conjunta sobre el lenguaje, la
muerte y la identidad propia. En la obra de Juarroz sí influye cómo se dicen
las cosas: la forma dinamiza, transforma el contenido. Los términos de una
brillante reflexión se convierten en algo más impresionante y memorable al ser
expresados, es decir, al pasar por el filtro potenciador de la poesía. Lo
notable en Juarroz no es que se limitara a transcribir de un formato a otro,
sino que razonara, que creara desde la palabra poética misma. Juarroz supera
las meras expectativas de la metapoesía dando a luz una poesía que incendia límites
canónicos y descubre modos de mirar y descubrir con apariencia de fibrosa especulación.
Estos últimos poemas de Gimferrer ratifican el estilo único,
exquisito y estetizante del Gimferrer de siempre, salvo que en cantidad y extensión
muy restringidas. Aún así, los he disfrutado como lo mejor del mejor Gimferrer
y he pensado que salvo un incremento de las referencias secretas, nada ha
cambiado en el registro del poeta y que lo que en juventud descubre un autor,
suele ser fuente permanente e inmejorable de su creación. Octavio Paz lo definió
como un poeta eternamente joven, y el
mundo preciso que el antiguo Gimferrer descubrió en el ejercicio óptimo de su
musa constata lo dicho por Paz, al volver a aparecer en sus últimos escritos.
El mundo sofisticado y barroco de Gimferrer asoma en estos
poemas fugaces y nos habla de la incorruptibilidad de una visión poética que
tras tantos años, continúa descubriendo perfiles insólitos, labrando imágenes
impactantes a partir del rico acervo cultural de un occidente que parece haber
vencido y disfrutado todas las decadencias.
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