lunes, 9 de enero de 2023

FALLA LA NOCHE. Noni Benegas



 

Para los lectores devotos, Noni Benegas junto a Blanca Andreu, fueron las poetas clave de los ochenta, las que reunían en sus obras y en la idiosincrasia de sus personas aquella singularidad estética que definía la calidad lúdica y sofisticada del momento.

La niña que se fue a vivir a un Chagall supuso una renovación súbita del lenguaje y de las imágenes, una reivindicación de la imaginación libertaria. Por otro lado,  para muchos, Noni sigue siendo la autora, ganadora del premio Miguel Hernández del 86, de aquel brillante itinerario por mundos y acusaciones metalingüísticas que fue y sigue siendo La balsa de la Medusa, su poemario estrella.

Creo que, del mismo modo que no son escasos los trabajos sobre la historia de la narrativa en español de las últimas décadas, sí está por escribirse-describirse no tanto la mera historia como la significación profunda, la ubicación de las obras poéticas que arrancaron desde los ochenta hasta ahora. El conocimiento detallado de nuestra modernidad última no puede prescindir de un repaso generoso de la hermenéutica poética, y por tanto, del conocimiento concreto y placentero de los más destacados libros de poesía, aunque, actualmente, el género viva un curioso remolino indiferente en umbrales insuperables: mucha gente escribe, casi hay un cáncer de poetas que no producen una obra destacable. ¿Significa esto la democratización del nervio poético o su simulación ante tanta exhibición? En fin, lo importante es admitir que determinados libros de Blanca Andreu o de Noni, son todavía, referencia de un modo de vivir el hecho poético. Lo virgen no se repite, valga la afirmación tautológica. Resulta difícil encontrar réplicas actuales de los poemarios citados.

 

Me pareció motivo de felicidad encontrarme, en mis rastreos habituales, con este último libro de Noni.

Si te gusta un autor o una autora es, elementalmente, por las características de su escritura. Este nuevo libro de Noni presenta las tales características por las que su escritura resulta estricta y auténtica. Vivir se traduce en formas de vivir y este es un aspecto que Noni Benegas siempre ha recogido en su estro poético: Estar vivo… es una manera de estar acosado por las funciones terrestres.

Hay algunos elementos que se revelan como reincidentes en la temática probable de su poética: la misión del lenguaje junto a las precauciones ante tan augusta herramienta, cierta elegante ironía  junto a precisos reflejos existencialistas en la crítica del cotidiano vivir.

Ejemplo del primer asunto: y me niego a hablar en singular porque no sé si yo, fuera del lenguaje, estoy viva en particular.

Ejemplo del segundo: hay bordes entre nosotros, límites dentados como los de los sellos.  

Ambas perspectivas se entrelazan en los poemas, expresado todo ello, siempre, de un modo sucinto y escueto. No es Noni poeta de dar voces, aunque la suya sea prontamente reconocible en una obra que suele manifestarse a través de un  control de la retórica, sin dejar de atender con discreción a la inevitabilidad de los aspectos ineludibles de la vida y del cuerpo. El interludio final del libro se nos muestra como un enfrentamiento contra las penosas incidencias nocturnas del mal dormir o, directamente, del insomnio, la peor de las pesadillas, tal y como advertía Borges y que llevó al suicidio al poeta venezolano, José Antonio Ramos Sucre.

Esta parte final del poemario parece corroborar que a pesar de los muchos poderes sublimadores de que dispongamos junto a los lenitivos de la farmacopea accesible, el poeta es tan vulnerable como cualquiera al paso del tiempo, a las microerosiones del cuerpo y desde esa circunstancia, desde ese dolor o incidencia, emite su palabra poética. Por ello, falla la noche, porque esta no acompaña nuestro sueño - real, simbólico, evocador de gracias misteriosas - sino que puede convertirse en el tramo indefinido que atravesar en plena vigilia. La noche que ha sido la gran musa de románticos, simbolistas y locos encantadores, nos falla a cierta edad, cuando no nos sobran las energías. Ay, ay.   

 

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