Releo
con placer la serie de textos breves pero de suculenta densidad de que consta
el volumen Algunos tratados en La Habana del gran Lezama Lima.
Más
allá de toda virguería retórica cada texto es una exhibición de la sabiduría
alcanzada por Lezama, una delicadeza intelectiva que se estremece bajo tan
admirable sincronía de razón y belleza.
Creo
que en contados momentos de la historia de la literatura en español se ha
registrado tal altura verbal, y no lo destaco por el lujuriante, cuantitativo
despliegue de la metáfora, sino porque Lezama articula un juicio integral del
ser, de las obras literarias y de la historia desde una concienciación máxima
de los poderes de la palabra poética.
Lezama
es, en este punto, un vidente. Crea su propio idiolecto para comprender el
mundo y el arte, preña la escritura de un poder de alusión que descifra los
objetos y los canta a un tiempo. La poesía se convierte bajo la inspiración de Lezama en
un principio creador, en razón fundante. Transcendiendo una conciencia estética
del mundo, la poesía es en manos de Lezama el lenguaje originario, la dicción
del absoluto.
Por
todos estos aspectos es por lo que me irritó hallar tal joya tirada entre montones de libros como si nada, ajena a reediciones y a la curiosidad de lectores actuales. No
entiendo cómo la figura de Lezama, independientemente de la valoración específica que la historia crítica ha realizado sobre su obra, sigue ocupando un puesto vacilante ante la posición
decididamente sólida y universal de otros autores de su misma valía y
relevancia como Borges, Paz
o Márquez. El poeta cubano no
disfruta de igual reconocimiento, de tal popularidad. Lezama posee un sacerdocio de la palabra poética que no poseé un Borges, por ejemplo.
Lo que quiero decir es somos demasiado discretos a la hora de enorgullcernos de poseer a un autor semejante.
En
pocas obras de la literatura moderna y universal la singularidad cualitativa de
la palabra ofrece tal arco totalizante, tal lucidez metafórica de la cosmovisión,
tal específica naturaleza. En el verbo que iza Lezama no se ha producido
ninguna enajenante escisión entre forma y contenido, entre lo significado y el
significado: este verbo es origen originario, decir primero, fraternidad y
convergencia del canto y lo cantado en la emergencia englobante de la luz.
Bajo
la modesta portada de esta edición de bolsillo de Anagrama del año 71, palpita virgen una urdimbre de vetas
fulgurantes, la expresión múltiple de un verbo soberano.
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