EL INTELECTO METICULOSO
Es
posible que haya todavía alguien que dude de la funcionalidad o de la utilidad
de la poesía, basándose en supuestos valores de referencia de la vida real que vienen
a ser, a día de hoy, romos estereotipos.
Si
encumbramos y elogiamos tanto el llamado progreso, apliquémoslo a todos los órdenes
de la vida. Nos daremos cuenta pronto que sí, que la poesía sirve, o mejor
dicho, no sirve, vehicula nuestras más preciosas confesiones y se convierte en
el modo de expresión personal más suculento y secretamente eficaz.
Y
si alguien merodea el ámbito de las letras puede muy bien darse cuenta de la
sutil ventaja que uno lleva en sí al utilizar ese tipo de escritura tan
especial que es la poesía.
En
el libro de Javier Puig se nota esta
familiaridad con la palabra, no tanto por la historia de las publicaciones que
haya llevado a cabo sino por su experiencia paciente y analítica como lector,
tanto de literatura como de cine. Una experiencia singularmente cualitativa,
pues en el caso de Puig la asiduidad lectora a través del tiempo ha potenciado
la precisión y la hondura en la captación semántica, en la visión crítica del
objeto artístico.
Todo
poeta escribe, elementalmente, sobre lo que le ocurre. Puig también lo hace y
por ello nos encontramos con refinados poemas dedicados tanto a personajes fílmicos y literarios como a reales
y familiares.
Ya
conocemos que Puig es autor de varios libros dedicados al cine y a la
literatura. Se trata de obras en las que a modo de artículos o breves ensayos
nos habla, por un lado, de los libros que han marcado su vida como lector apasionado,
y por otro, de esas películas que por su altura han ido a constituir cierto
itinerario interior.
Es por todo ello que Puig dedica poemas a
poetas, actrices o entes de ficción: Clarice
Lispector, Marylin Monroe, Alejandra Pizarnik, el sacerdote de Diario
de un cura rural, Claude Laydu; Dersu Uzala o Charlot…. Ante
este notable elenco y actualizando culturas con respecto al último personaje
que cito, uno se preguntaría si los jóvenes del nuevo milenio saben quién es
Charlot. A veces las desmemorias que pululan afectan a nuestra mejor aventura:
la cultura.
Podríamos
observar: qué diferencia hay entre un comentario en prosa sobre una película y
un poema sobre la misma materia: la diferencia radicaría no sólo en el tono
sino en la, digamos, entrañabilidad, valga el neologismo, que se experimente de la obra en cuestión. En un
poema uno es más íntimo, habla directamente con la esencia del argumento, de
los personajes, del film en general, de su representación.
La
poesía ordena los sentimientos. Puig nos lo muestra con varios ejemplos que van
marcando el tramo final del libro, utilizando un lenguaje preciso que direcciona
densas abstracciones relativas al tema de cada poema.
Puig
prefiere en la mayoría de los casos eludir la nota meramente realista, enfocar
su objeto de un modo tan directo como quintaesenciado, dirigiendo su lenguaje
al centro profundo de la experiencia, como es el brillante caso de Nosotros, en el que no resulta tan
evidente, por dicha especiosidad del lenguaje, que el placer de un día veraniego
de vacaciones se convierta en la instantánea plataforma de la felicidad; o bien,
la fugacidad de la armonía, en el que
se llama con melancolía a recuperar la comunicación humana y mantener viva la
memoria de algunas cosas aunque hasta el momento solo hayan sido virtualidad.
En
un poema como No es hoy, practica un
reajuste abismático consigo mismo a través de la proyección de estadios de
extrañeza.
En
Los otros, Puig utiliza imágenes
encomiables por lo precisas ante un motivo tan arduo como es el enfrentamiento
cotidiano con ese que es nuestro prójimo y también un extraño. La vida se torna
una extrañeza que hay que emprender para dilucidarla y sobrevivir.
En
un poema como Epifanías el lenguaje
utilizado sigue siendo muy elocuente a pesar de la oscilante brumosidad del motivo.
Ante
lo que supone vivir y el pesaroso rosario de sus circunstancias, Puig es
brillantemente sucinto: este bello
secreto que no cansa. Vivir implica el sufrimiento pero también el reubicarnos en la pista
de salida continuamente renovada desde la que saberlo hacer más o menos
felizmente.
Los
poemas referidos a familiares son más directos con respecto al tratamiento de
la esperanza.
Destacaría
los dedicados a sus nietas, en uno de los cuales leemos quizá el mejor consejo
que el abuelo podría dirigirles a las hijas de sus hijas: De algún modo, sigue jugando, con la alegría de cada momento, en cada
nueva estación.
Quizá eso sea el vivir con el auxilio de la poesía: el continuo renacer de una lúdica lucidez.
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