NONI
BENEGAS
FRAGMENTOS
DE UN DIARIO DESCONOCIDO
La
metaliteratura se ha convertido, a veces, en un reboso difícilmente eludible en
tanto que grandes pasajes de la literatura moderna han consistido en la
adopción de una conciencia crítica del lenguaje utilizado en la expresión, lo
que ha supuesto, a su vez, la reubicación de la creatividad del escritor ante
los motivos que le estimulan a escribir y qué implica ello, éticamente, ante las formas posibles de reflejar la
circunstancia humana que le atañe representar.
Hasta
qué punto somos soberanos dueños del lenguaje supone algo más que demorarse
virtuosamente en los pliegues y laderas del verbo: casi diría que al contrario:
nos obligaría a atemperar y a limitar con justicia, exhibicionismos y barroquismos
subjetivos que puedan tornarse inagotables.
Creo
que el atractivo, diría la maestría, del poemario presente de Noni Benegas, Fragmentos de un diario desconocido,
consiste, elementalmente, en atravesar pasajes semejantes a los descritos sin convertir
lo que es una revelación en tornadiza emergencia verbal. Noni lo consigue: el
difícil equilibrio entre lo que digo y cómo lo digo presentándolo como un
proceso vital y emocionante, complejo. Y es en estos fulgentes lodazales de la
palabra y del verbo que Noni resulta original, es decir, auténtica en lo que
nos va transmitiendo.
Podríamos
decir que la poesía de Noni Benegas posee esa virtud antirretórica: la de
ubicarnos con una difícil naturalidad en el centro del acontecimiento, presta a
describir el proceso de cualquier percepción o desajuste que sean claves en el
advenimiento de la poesía, de la propia vida vivida.
Noni
convierte el “producto” poético en el
resultado de una catarsis no escandalosa, casi implosiva, pero decididamente
incisiva y desnuda.
Prepararse
para la aventura poética implica, paradójicamente, despojarse de todos los
motivos y estereotipos que la literatura y la escritura ofrecen como estrategia inicial. Señalando la vergüenza como motor propio de la
autenticidad de uno a la hora de expresarse,
haríamos bien en no potenciar lo
oscuro de las palabras porque sí, en no sacralizar el dolor, en cuestionar las
significaciones comunes ligadas al sufrimiento.
Tampoco
la potencia expresiva de la palabra debe depender de la alusión. No hay tiempo
para alusiones en la posición de Noni: desconstruirse es investirse de la luz
que nos queda. Las formalidades pretenden determinar el alcance de la palabra,
cuando es al revés: es la palabra poética la que emerge o se construye súbitamente
entre los fragmentos de vida que vamos
encarnando, superando o transitando.
Lo
que permanece elíptico en el poema es elocuente parte integrante del mismo,
pero no se busca como efecto o recurso.
El
juego de las identidades - quién es y cómo siente el que escribe y qué poesía,
finalmente, se nos revela como representación final de esa sensibilidad,- se nos muestra a través del calculado vaivén
de los textos en prosa y de los poemas.
Los
textos en cursiva son esa voz en off que nos cuentan cosas, tanto subjetivas
como cotidianas, sobre la autora de los poemas, y estos son la expresión formal
y literaria de esa autora llamada, presuntamente, Noni Benegas.
Representar
el proceso de la originalidad escritora, nos obliga a sobrevolar estos cauces sin disfrazarnos con alguno de
sus papeles o roles.
Parece
un tema ya muy tratado por la crítica, pero Noni Benegas lo vuelve a hacer interesante:
qué realidad personal se construye en la localización de los discursos que la
poesía termina trascendiendo, en qué consiste la
autoría a la hora de definir una hermenéutica del sujeto que escribe.
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