El debate cara a cara de Sánchez y Feijoó me ha hecho reflexionar sobre el personaje que es el presidente socialista y sobre su insólita… permeabilidad.
Toda tendencia política
supone y presenta un ideario, un programa. Pero sabemos que la política, como ninguna
otra actividad, está sometida a las circunstancias e imprevistos de naturaleza
económica, ideológica, cultural, etc., que van a convertirse en un obstáculo para que la
integridad de tales programas llegue a cumplirse.
En este aspecto, la figura de Sánchez representa el grado extremo en cuanto a
lo de sortear obstáculos, adaptarse a contextos y pactar con lo imposible,
hasta llegar al cínico extremo de contradecir manifiestamente su propio
programa con tal de que el gobierno se mantenga. Visto así, y ya conocemos la
retahíla de críticas que pesan sobre sus espaldas, es normal que la figura de Sánchez
se haya vuelto desesperante, no sólo para la oposición sino para sus propios
socios de gobierno e incluso, para miembros del partido socialista. Esta, a
veces, irritante por no decir, desquiciante capacidad de funambulista, ¿hasta
cuando la van a permitir los españoles? Esa es la cuestión.
Y hablando de
irritaciones: En el debate televisado, Sánchez no ha hecho otra cosa que
intentar confundir los planteamientos de Feijoó interrumpiendo de modo continuo
e intolerable. Feijoo se ha mostrado más respetuoso y serio.
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