14
DE AGOSTO. LUNES.
Lucha contra el calor.
He convertido mi casa en un bunker. Parapetado tras montañas de libros y con el
aire acondicionado a toda pastilla, no salgo sino a comprar agua, algo de
comida y alguna chuchería. El resultado: provocar un fuerte estado de ansiedad:
lo que estoy deseando es salir fuera, pero fuera me aso y dentro me ahogo.
Me aislo del exterior
como si hubieran bombardeado con bombas atómicas y la radiación se extendiera
sobre cualquier sitio y hubiese que huir y esconderse a toda costa. Paradójicamente
y como desafiando la obviedad, cuando menos me entero del efecto del calor es
cuando me veo obligado a salir, cruzo las calles ardientes, yendo con el carrito a Mercadona. Para mi sorpresa,
atravieso bloques de luz solar sin que el calor me provoque grandes molestias. Cuando
regreso, subo las escaleras y entro en casa es cuando la mayor incomodidad del
mundo me aplasta y el alma me suda a mares.
Cómo envidio a los
comentaristas deportivos de la radio. Tienen una energía infinita, a cualquier
hora del día, en cualquier momento del año. Me importa un pimiento lo que
dicen, lo que me estimula es escuchar ocasionalmente ese chorro entusiasta de palabras, ese tono
eléctrico.
15
DE AGOSTO. Martes.
Día de fiesta, algo
relativo a la Virgen. Estas fiestas súbitas en medio de la semana, en medio del
resto de los días laborables, me resultan fatales. Una fiesta de este tipo corta el flujo de
energía de los días normales, convierte la ciudad en un repentino cementerio y
me aísla todavía más de lo que estoy. El día se hace interminable y tengo que
recurrir a las pastillas.
La pululante
fantasmidad de las redes sociales.
Ya le pillado el
tranquillo a la poesía de Asbery. Es
una poesía con un, lo llamaría yo,
importante componente psicologista que intenta aludir a los
procedimientos psíquicos íntimos del sujeto que se enfrenta o relaciona con su
prójimo y su entorno. Se percibe un cierto mensaje de esperanza, de inteligibilidad
entre las personas, descubriendo, de este modo, la entrañabilidad que debe
dilucidarse en las experiencias humanas. Por el momento, lo que compruebo es
que es una poesía con escasas imágenes. No es que un poema sin imágenes se me
haga incomprensible, pero sí menos grato a la hora de leerlo. La imagen es el
don del poeta, una muestra de su generosidad y creatividad.
Sueño constantemente
con mis padres. La última novedad, digamos, es que al ir despertando, creo que están conmigo, en
casa, vivos, que se encuentran en la cocina o el salón. Cuando me despierto del
todo, a punto de incorporarme, experimento una tremenda sensación de desencanto
al darme cuenta de la realidad.
A última hora del día
he recuperado lecturas jugosas de Lezama
Lima y María Zambrano. Lezama
Lima me hace recordar por contraste la penuria que percibo hoy en la literatura
actual. Ya no hay señores de la palabra, demiurgos de la imaginación. No hay
atrevimiento para ello. Ni espíritu. Y quien, desde la poesía o la narrativa
crea un mundo liberado de las asunciones ideológicas y normativas actuales, tiene
que excusarse o explicarse por ello. Justificarse, vamos. Sobre todo en poesía
y en Europa, cualquier excursión libre por el manejo del verbo se tilda de
anacronismo, de salida escandalosa del guión.
Lo políticamente correcto ha entrado en la poesía. Leo con mucho interés
El sueño creador de María Zambrano, una
aproximación verdaderamente filosófica, que no psicológica, al mundo de los sueños.
17
DE AGOSTO. JUEVES.
Hoy se han constituido
las cortes para el nuevo gobierno todavía irresuelto. Que el gobierno del país
dependa de esa tribu lamentable de los independentistas, resulta irritante y
absurdo. A veces, uno no entiende, teniendo en cuenta la extraordinaria historia
de España, cómo es que el país se mantiene ahí: con el acoso de los
inconstitucionales, la tendencia atomizadora y descentralizadora del
pensamiento de izquierda, la complicidad imbécil de los socialistas con los
separatistas, etc..
Yo creo que a la izquierda
le tiene que llegar el momento de su
catarsis y bajarse un poco de su olimpo teórico. Todo, absolutamente todo, cualquier
aspecto relacionado con la izquierda tiende, por su horror al autoritarismo, a
la descentralización obsesiva. Lo que en su momento fue una virtud puede
convertirse en todo lo contrario cuando los contextos cambian. La fragmentación
del poder, presunta o elementalmente inspirada en la democracia, corre el
riesgo de convertirse en dispersión, en volatilización de una unidad que no por
ser sólida o firme tiene que ser negativa.
Cuando escucho todo el
abanico temático del discurso de izquierdas, más me afirmo en esa idea: la
necesidad de que la izquierda pase, experimente una catarsis teórica que la
actualice y la aleje de todos los estereotipos que utiliza a tutiplén y que como
tales se agarran a las mentalidades como garrapatas.
El drama y la verdad de
la izquierda de hoy: todo lo que se cree bueno y se intenta imponer se convierte
automáticamente en su contrario.
La izquierda de hoy, a
través del pensamiento de lo políticamente correcto, se trasviste de cursilería
y se convierte en mera imposición autoritaria.
Es más, y lo peor: la
izquierda es hoy el nuevo puritanismo. Caso clarísimo: la feminista que poseída
diabólicamente por la verdad, critica que la mujer se convierta en
mujer-objeto, cuando la modelo, azafata o incluso, prostituta que tiene delante
en un debate se revuelve contra ella. La feminista se convierte aquí en una de
aquellas guardadoras de las buenas costumbres que pululaban en las sociedades
protestantes a principios del siglo XX.
VIERNES. 18 de agosto.
Más de 48 horas sin
salir de casa. Para obligarme a salir, me dirijo al supermercado a comprar un
par de chucherías y a la librería para traerme los sonetos de Shakespeare y una
selección de aforismos de Rabindranath Tagore. Si no es por esto, no salgo a la
calle.
Los políticos crean
problemas allí donde no los había. Los políticos hoy crean problemas en vez de
resolverlos.
Detesto a la chusma
independentista. Son ellos los insolidarios, los involucionistas, los
oportunistas, los falsarios. Basura pura. No existe estado totalitario. Es su
neurosis, su miserable esquizofrenia quien inventa un monstruo político
imaginario.
Qué razón tenía ese
editor francés de la obra de Unamuno en Francia al decir en un programa de
televisión: España está enferma de política.
Lo grave actualmente es que sólo hay debate político. Cualquier otra temática o aspecto de la vida social se vincula a lo político, halla ahí su presunta clave.
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