La
unanimidad de la frase es desoladora. Ese nadie
es tan contundente, tan aniquilador del ánimo, que parece que no pueda cundir
sino la más amarga desesperanza.
La
frase- ¿es gramaticalmente sólo una frase? - se convierte en lamento y protesta.
Lamento:
parece que alguien se queje de su destino en lo más profundo de una mazmorra, en
la soledad de su habitación, perdido en mitad del desierto.
Protesta:
se desliza la protesta cuando confirmamos que, lamentablemente, nadie se toma
la preocupación de buscarme, que nadie piensa en mí, que ante mi persistente
ausencia todo el mundo tiene otras prioridades. Es entonces cuando se revela el
pésimo estado moral de mi prójimo que ignora mi suerte y no le importa. Aquí la
frase se convierte en crítica de toda una sociedad.
La
frase es tan aplastante como redonda. Puede musitarse o gritarse, pensarse o
escribirse. Indistintamente, el círculo semántico que limita y cierra sólo
permite las variaciones de la entonación, pues el carácter de lo real es inamovible
mientras no ocurra algo.
Si
aconteciera algo, que yo supiera que alguien sí ha pensado en mí y está articulando
gestiones para buscarme, la incidencia de ese inicio de movimiento, de acción,
pondría un matiz de contraste a la soledad casi definitiva de la frase y en mi
interior su aspecto monocolor recibiría un baño más o menos remoto de viveza,
de despertar al despliegue de la frescura vital, a la resurrección.
Yo,
emocionado, comenzaría a ver que el carácter fatalista, último de mi
frase-protesta ha sido ilusorio. No iría a constatar sino que la inmovilidad física,
semántica no puede ser infinita, que cualquier mínimo desplazamiento atómico en
las voluntades puede germinar en un acto que al influir en un estado
indefinidamente pasivo, se convertirá en fecundador de consecuencias y de paulatinas
alteraciones.
Nadie me busca,
decía el espectro aforista de mí. Y puedo vivir dentro de la aseveración del aforismo
pues lo dicho relata con economía de medios cómo estoy.
Pero cuando me encuentren, ¿seré el mismo de antes, recuperaré la energía perdida? ¿Consideraré que los barroquismos oscuros en el sentir no dependen sino de una buena organización comunicativa?
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