lunes, 13 de noviembre de 2023

Perfil perdido Guillermo Carnero



 

Lo que me gusta de Guillermo Carnero es que me da seguridad con respecto al mundo poético que va a ofrecer, es decir, no espera uno en sus poemas incursiones extrañas, broza ideológica o pagos subrepticios a una u otra actualidad. Su universo poético es felizmente el de siempre, sus referentes pictóricos y estéticos son los que ya nos ha mostrado en sus libros, su andadura poética, en suma, es continuación de los pasos emprendidos y este poemario último nos lo ratifica en su delicada brevedad.

Lo que se vino en llamar culturalismo es hoy, no sólo un término orientativo de una poética, la de Carnero y otros, sino índice común de una musa que ya no debiera sorprendernos desde el punto de vista crítico: se trata de la atmósfera regular en la que el poeta articula el conjunto de sus motivos literarios y vitales. Es decir, ya no podemos argüir quisquillosamente artificialidad o sofisticación intencionada. Lo que para alguien pudo haberse vestido de exquisitez no puede ser hoy sino la realidad vivida de una experiencia bella, franca y compleja en el ámbito de la palabra, independientemente de ismos y tendencias.

Es lo más obvio, pero repito que a mí lo que más me gusta y sorprende de la obra de Carnero es su soberanía. Los límites o no límites formales, los motivos mitológicos, los jardines y palacios, el acontecimiento de la guerra civil, los amores vividos o los irreales, el culto a la belleza, la delicada reivindicación del erotismo, la ornamentación que produce la evocación barroca de todo ello, constituye el grueso, el volumen de la obra toda de Carnero que aquí, en este libro, se plantea con ánimo ratificador.

Si amamos la diferencia en la mayoría de los órdenes de la vida, en el panorama editorial español de hoy, este libro de Carnero con su muy concreto registro, no tiene reparos en evocar a un Franz Lizst, a un Pompeo Batoni, a la figura fascinadora de la mujer o bien a los ámbitos venecianos con idéntico fervor.

Un par de apuntes. El poeta afirma en uno de sus versos sentirse mejor entre los muertos que entre los vivos, consecuencia paulatina pero contundente del paso del tiempo.

Tras las alusiones a la Guerra Civil, Carnero, en uno de los versos,  dice: el sueño de un cabrero inocente e iluso, creo que en una no muy camuflada referencia a Miguel Hernández

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