martes, 16 de abril de 2024

VIDEO DE MIGUEL HERNÁNDEZ


 

Algo tarde me he enterado de la insólita noticia de la existencia de un video en el que aparece el poeta Miguel Hernández. El hecho lo daba a conocer Televisión Española y la curiosa ocasión en que el poeta pudo ser efímeramente registrado por las cámaras fue en Valencia, en el famoso congreso antifascista al que también asistió, entre otros intelectuales, Octavio Paz, que entonces conoció al poeta oriolano y nos dejó elocuente testimonio de ello.  Cuando he visionado la grabación he experimentado una sensación doble o dos sensaciones de carácter complejo en una. En primer lugar: cuando no existen imágenes grabadas o incluso fotografías de un autor famoso, a este lo imaginamos engastado en el espacio mítico de la historia, bien lejos del espacio gestual de la cotidianidad. Por ello cuando a tal autor lo podemos contemplar en un video descubierto por algún investigador o fruto súbito del azar,  la sensación es de incredulidad, como si a tal personaje no le correspondiese el mundo de todos los días sino el de la trascendencia pura. Al ver a Miguel Hernández moverse y sentarse en las escaleras del lugar donde se celebraba el congreso, remangándose los pantalones, aplaudir y prestar atención al discurso que se emitía apoyando el brazo, uno tiene que admitir que ese personaje fue también persona, persona común y que no evolucionó en atmosferas remotas de la narrativa histórica o poética sino que perteneció a la realidad.

La otra sensación es de índole más divagatoria pero que a mí me golpea con la misma intensidad y sorpresa que la primera. Tras ver no una mera imagen analógica del poeta sino al propio creador moviéndose, desmitificante y real, preciso y vivo, tengo la sospecha de que su ser existe en algún sitio del tiempo y del espacio. No se trata de una percepción mecánica, y desde luego no me refiero al testimonio de  los libros de historia ni inercialmente a la memoria como depósito estático de hechos. Esta serviría, en todo caso de plataforma para saltar desde ella hacia un punto transtemporal en el que imagino vivo y actuante al poeta. ¿Sería este punto la eternidad? No lo sé, habría que emprender la gran aventura de su definición. Yo sólo sé, sospecho, tengo la brumosa intuición tras ver a Miguel Hernández  extraordinariamente real, que su persona o espíritu pervive en algún lugar en el que quizá vayamos a encontrarnos todos.     

 

 

1 comentario:

Alberto dijo...

Nuestro poeta en un estado insólito...

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