lunes, 25 de agosto de 2025

OTRAS MÚSICAS EUROPEAS



Evitaríamos perdernos en  excusas teóricas a la hora de definirnos ante los otros si simplemente nombrásemos los motivos concretos que nos hacen ser certeramente felices. A unos les bastará con tomarse un par de cervezas junto a unos amigos, otros elegirán quizá la lectura o el cine, y también  habrá quien en el ámbito estricto del propio trabajo halle elementos lo suficientemente variados para alcanzar la plenitud personal.

Si he de referirme al abanico de preferencias personales que me procuran una gran satisfacción, hace tiempo que descubrí un pequeño universo insólitamente vívido y de veras alternativo: la música de países como Hungría, Bulgaria o Rumanía.

El inglés suena por todas partes y hace tiempo que ya no hay directores de cine o artistas europeos que supongan una alternativa notable a la oferta anglosajona. Es más: nos creemos que sólo la  música de procedencia norteamericana o británica se configura como la única música pop.


Cuando descubrí las músicas de los un tanto despectivamente llamados “países del este”, creí asistir a una prolongación de los territorios musicales, a una progresiva revelación de  mundos y motivos, a una nueva narrativa musical con la que yo, oscuramente, había soñado contra las formas imperantes. Efectivamente. Las músicas de Bulgaria o las de Hungría afirmaban la originalidad europea y señalaban a notables orbes musicales que poseían sus propios representantes clásicos.

Los flujos sonoros búlgaros, los virtuosismos de violín húngaros y el estallido de genialidades musicales que procuraban los confines rumanos, suponían la multiplicación hasta el infinito de las potencialidades artísticas del Viejo continente desde un mismo lenguaje: el musical

A las músicas de estos países debo añadir las de la antigua Yugoslavia, esas contundentes bandas de percusiones y vientos, comprendidas actualmente, como expresiones típicas de Croacia y Serbia.

Escuchar las músicas de estos países en cuestión, me hace viajar a un mundo de nuevas heroicidades y esperanzas y además, como apuntaba antes, me producen una felicidad inmediata, esa felicidad que, en suma, sólo la música, arte temporal por excelencia, encarnación del presente absoluto, sabe realizar.  


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