martes, 17 de enero de 2012

LAS SUCULENTAS ESPESURAS DEL TIEMPO

Cuando el anticuario que nos compró todo el mobiliario de mi tía abuela fallecida se fijó en esta imagen de una presunta Santa Rita, se la quería llevar rápidamente por un demasiado módico precio. Supusimos, reparando en su textura y aspecto, y haciendo cálculos de los recuerdos más remotos que teníamos de esta imagen, hasta entonces, prácticamente ignorada por la familia, que la creación de la figura en cuestión, debiera remontarse a mediados o fines del XIX. Nuestras "investigaciones" y la actitud ansiosa del anticuario, casi confirmaban la veteranía de este objeto, es decir, que teníamos algo delante de nosotros que habiendo alcanzado los cien años  adquiría un valor importante y por lo tanto se conceptuaba en el mercado como, efectivamente, una "antigüedad". Pero el "caché" de esta estatuilla de mesa, es una nadería comparado con lo que nuestra catolicísima  tía guardaba-escondía en las habitaciones y baúles de las dependencias más recónditas de su sombría casa.  

El objeto más antiguo resultó ser una talla de madera de un San Francisco, de, más o menos, 1,50 cm.de altura. El anticuario nos dio entonces medio millón de pesetas sólo por esta figura. Fue honesto, pues nos reveló que la talla correspondía a la escuela de unos talladores sevillanos y con mucha probabilidad, aspecto que luego yo comprobé consultando libros y enciclopedias, el origen de la talla se remontaría al siglo XVII. En sus 92 años de vida, mi tía abuela mantuvo esta talla detrás de un antiguo diván, en el que nunca nadie se sentó, en un rincón del comedor, estancia de la casa en la que jamás entrábamos.  Que un objeto de cuasi 400 años haya pertenecido a mi familia y que haya estado escondido en un rincón, durante casi un siglo, sin que supiéramos nada de su origen, de cómo llegó a casa, sin que pudiéramos disfrutarlo ni exhibirlo, es algo que me desconcierta tanto como me fascina, a un tiempo. Mi tía abuela, personaje literario y estrambóticamente anacrónico,  guardó un silencio sepulcral acerca de la talla. Teniendo en cuenta que su padre, nuestro bisabuelo, militar perseguidor de carlistas y luchador en la guerra de Cuba, murió en ¡1918!, y que posiblemente fuera él quien adquirió la talla o se la regalaron, o la consiguió de cualquier otro modo, trayéndola a Orihuela, puede entenderse que el silencio religioso de mi tía con respecto a estatua tan antigua, fuera mas bien, ignorancia que pacto con los antepasados. En próximas entradas, iré exponiendo la lista del  "tesoro" de "antigüedades" que mi inenarrable tía guardó celosamente durante casi un siglo de existencia.           

1 comentario:

José Antonio Fernández dijo...

Vaya! Buena historia y, sí, sería muy interesante saber los pasos que dan ciertos objetos hasta llegar a nosotros. Estoy deseando leer la continuación de esta historia.

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