En
su obra Cosmos, el filósofo Michael
Onfray dedica una breve reflexión crítica a las corridas de toros en el
artículo Espejo quebrado de la
tauromaquia.
En
dicha reflexión Onfray expone su rechazo a las corridas, basándose, sobre todo
en su crueldad que deslegitima toda pretensión artística o representativa.
Hasta ahí nada que objetar a una sensibilidad particular. Pero Onfray, con la
intención de desprestigiar la corrida todo lo posible añade algunas
interpretaciones chocantes y aberrantes que sobre el evento tenían algunos
intelectuales pro-taurinos. Onfray nos coloca a Hemingway, Michel Leiris,
George Bataille y Montherlant como personajes aquejados de impotencia sexual y
que utilizaban su morbosa afición a las corridas como una suerte de evacuación
compensatorio-simbólica de sus secretos problemas de erección. Con los ejemplos
de estos piradillos, repletos de conflictos de virilidad e impotencia, viene a
insinuar que tales problemas definen la naturaleza de la corrida, bárbara
puesta en escena de instintos salvajes y refinada crueldad, y de ahí, da un paso
más, atreviéndose a afirmar con pasmosa ligereza que los que asisten a las
corridas sienten del mismo modo un íntimo placer erótico por la sangre
derramada y un orgasmo más o menos reprimido ante la muerte del animal. Me
parece que, de repente, Onfray o es
víctima de un espejismo, - esas interpretaciones galo-literarias de la corrida
– o pierde de vista la realidad ante lo bizarro de su propia suposición.
Por
otro lado, la obsesión anti cristiana de este autor aburre bastante, pues no cesa de
recordar que la corrida como el cristianismo obedecen a una cultura de la
muerte, caduca y reprobable. La comparación de las corridas con la iglesia católica
debido a la querencia de ambas por el boato y la puesta en escena no acabo de
verla ni muy clara ni determinantemente significativa. Podrían cundir mil
ejemplos distintos y contradictorios al respecto.
Ni
soy un acérrimo pro taurino ni podría acercarme a un toro sin sentir un mítico
estremecimiento. Leyendo a Onfray he hecho un esfuerzo y he llegado a pensar si
el que está irremediablemente equivocado soy yo... Pero hay algo en lo que
Onfray patina contundentemente. Califica a todo aquel relacionado con la
ejecución de las corridas como de baja catadura moral. Esto no sólo
es un mero insulto sino también una afirmación palmariamente falsa y gratuita,
embarazosamente demostrable.
En suma: hay
en el veredicto de Onfray una indignación real que se mezcla con cierta
ligereza, ese entusiasmo un poco autista de quien disfruta con el despliegue de
su propia inteligencia y escribe, en consecuencia, perdiendo mesura y contraste
en la exposición del juicio.
![]() |
Como puede verse a Onfray ya le han zurrado bien en su país |
1 comentario:
De acuerdo con el fondo que se desprende de las palabras de Onfray. Las formas cada cual usa las suyas y, por supuesto, no acierta cuando expresa la baja catadura moral de los favorables y favorecedores de la fiesta taurina. La moral nos viene dada por el entorno, así que Onfray puede que fuera acérrimo defensor de la tauromaquia si hubiera nacido en un ambiente taurino, así como le es más fácil ser un ateo declarado en Francia donde el catolicismo no ha conseguido entrar tanto en su cultura. Estoy seguro que visto desde fuera ciertos clichés españoles son vistos como una extravagancia, aunque aquí los usemos y los defendamos como algo muy nuestro. El que alguien ajeno quiera decir lo que es moral es tan inmoral como el que nosotros no seamos capaces de aguantar la mirada a una mujer con velo. La moral viene impuesta por las reglas de juego de cada lugar, eso sí, haciendo valer la diferencia. Dicho lo cual es bueno que la comunidad decida, tanto con las corridas, como con las plebendas milenarias y millonarias de la iglesia católica. Nada más.
Publicar un comentario