HOJAS DE CUADERNO
¿Es el suicidio un
acontecimiento? Para los que se quedan aquí, desde luego que sí.
Estoy leyendo la minuciosa explicación, verso a verso,
que da Fray Luis de León del Cantar de los cantares. La versión del texto de
Fray Luis es de Víctor de la Concha, que sin alterar el texto original, ha
realizado alguna elemental adaptación al español actual para facilitar la
comprensión de algún giro. Para Jorge Guillén el texto de Fray Luis es una
delicia, para la crítica académica, uno de los mayores ejemplos de prosa y estilo literarios
del Siglo de Oro. Al leer el español de aquella época siento algo así como un
regustillo en el paladar, literalmente es eso, lo paladeo, me chocan algunas
expresiones, otras me parecen insólitas. Percibe uno la autoridad de esta
lengua, es decir, que fue en aquellos siglos cuando la lengua castellana
adquiere una formación y un estamento innegables. De todas maneras, algunos
pasajes de este texto de Fray Luis me desquician un poco por lo
secos, por la aparente estrechez expresiva. No acabo de fluir con esta prosa
aunque, como digo, me guste saborearla en determinados giros y términos. Todos los
problemas del "atraso" de España con respecto a la vanguardia cultural de otros países,
casi lo cifro en esto: nuestra modernidad se quedó en el siglo XVII.
Me fascino con las cosas
elementales. Escribo: en la amplitud del
discurso, garante soy de la unidad del sintagma.
Poesías puras.
Oh, progresión de la luz,
Sinuoso renacimiento,
Serenidad fulgente
Que en las oquedades del
azul
Multiplicas los reflejos de
ti
Como anversos de un nuevo
planeta.
Me limito a confirmar las
dudas
ante el océano del mundo
que constituyen objetos
y las estelas oscuras de
esos objetos…..
la literatura presta
dimensión visible a nuestros sueños. Es la poesía la que, en el fondo,
configura nuestras vidas. Eso dice, por ejemplo, Lou Andreas Salomé y Hörderlin.
Escribir es ordenar caos,
yuxtaponer oblicuidades, seleccionar, potenciar, discriminar definitiva y melódicamente,
postular un universo de matices y lo que los integra en otros universos sucesivos.
Mi muerte también será
poética, le dijo, pero últimamente, escasean las hiedras por aquí.
Un esqueleto es algo
tremendo y ridículo al mismo tiempo.
Se habla de la
insustancialidad del verano, pero en verano escribió Mary Shelley su famoso Frankestein.
La sinuosidad espacial hizo
aquel fragmento de universo. Bastó que lo mirase para que se deslizara en mi
mirada. Pero de allí no se alzó ningún personaje estrambótico que nos saludara.
Con tan sólo posar la mirada en el descenso que iba hacia la playa, varios
senderos de arena giraron sobre sí mismos, pasaron a ras sobre la orilla
azulosa del mar para luego posarse sobre una nubecilla horizontal de polvo de
oro que abría estelas de reflejos hacia mí. En otra ocasión fue un nenúfar el
que emergió en el centro del estanque cuando fijé mi atención en ese punto, y
en otra ocasión más, un círculo de cedros me rodeó colocándome en el mismísimo
centro apenas me detuve en mi exploración y miré alrededor mío. Estaba claro. Mi
mirada era demiúrgica. Yo era un demiurgo profano. Y los objetos se ordenaban,
los paisajes danzaban y las horas me entregaban sus delicias visuales y sonoras
apenas mi mirada proyectaba su blando rayo al vértice de la estancia, natural o
no, que yo delimitara con ese mismo acto.
(Fragmento que Bernard Nöel
nunca escribió de su Diario de la mirada)
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