(En estas anotaciones, enfoco la red como archivo de consulta, no como lugar de
comunicación o de emisión continua de noticias. La red como una
enciclopedia no finita).
Internet
no sólo incrementa el número de mundos posibles: nos facilita el acceso a los
mundos que fueron.
Internet
supone el acceso al infinito número de imágenes registradas en la historia.
Internet
es como un museo dinámico: su archivo de imágenes y texto son continuamente
consultados y periódicamente revisados o incrementados.
La
red actualiza, visibiliza los pliegues del pasado.
Descubrimos
lo que ya sabíamos pero potenciado por imágenes y protagonistas nuevos. Esto
ratifica una continuidad de los universos que pensábamos extinguidos.
(Tras un visionado de filmaciones de principios de siglo XX) El pasado, como si fuera
una ola densa de aconteceres mínimos se vierte a la luz de nuestro ahora, lo
que produce fascinación y sensación de inextinguibilidad o de renacimiento.
Lo
que la red nos muestra de nuestro pasado reciente, duplica la dimensión de los
acontecimientos.
El
presente también se vuelve inextinguible, al tiempo que pronto se convierte en
materia de memoria. Estamos ahítos de historias recientes antiguas.
Ante
el cúmulo de imágenes que nos rodean, siempre aparece el agobiado interrogante:
quién registraba todo lo que se supone que podía ser convertido o era noticia.
Lo
positivo del archivo absoluto del universo que pretende ser internet es el
acceso o el descubrimiento de escritores, artistas o personajes importantes
casi desconocidos o de los que apenas se tenía información. Lo que permanecía
en los esconces de la historia, ahora suele ser registrado y localizado.
Qué
realidad, personaje, autor, o acontecimiento se reíste a ser registrado por
internet. Qué universo es el que se escapa a internet.
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