martes, 11 de agosto de 2020

SUEÑOS



Me he dado cuenta de que los sueños más extrafalarios y narrativamente redondos han sido los que he tenido durante la siesta. Son los que, aparentemente, menos tienen que ver con mis deseos, con mis temores, con la vida íntima. Parecen pequeñas virguerías cuyo solo pretexto sea la expresión imaginativa del inconsciente. El siguiente sueño lo relato tal cual lo tuve, intento no añadir ni inventar nada.

En algún punto remoto del caribe hay una isla que se ha resistido a ser conquistada por el imperio romano. El responsable de esta hazaña es el líder del grupo de isleños. Los romanos envían una expedición para atraparlo. Numerosos barcos rodean la isla y soldados romanos se van internando en la selva. El jefe de los romanos invasores es un tipo temible y muy violento. Fuertemente armado, este jefe romano, decide capturar a su opositor, el líder caribeño y hacerlo preso o matarlo. El romano va andando de arriba abajo, pegando gritos enloquecidos, desafiando al rebelde a salir de su escondrijo y luchar. El romano, al no poder enfrentarse directamente con él y no verse sino rodeado de una frondosa vegetación, se siente burlado y se angustia ante su impotencia. Tras un rato de búsqueda, el líder rebelde aparee sobre las ramas de un árbol. El romano lo increpa y decide lanzarse sobre él. Entonces, el líder rebelde, haciéndole ver su crueldad y maldad, le reta a ver su auténtico rostro: le pone enfrente un espejo redondo para que se mire. El romano al mirarse en el espejo lo que ve es el rostro de un esqueleto medio podrido. Entonces, se sume en el terror de haberse descubierto a sí mismo y lanza un espantoso alarido que acaba despertándome.




El desasosiego del sujeto produce casualmente un flujo de acertijos que no controla: el sueño.

 

Fue tan encantadora la tarde de ayer, que, con toda seguridad, la soñé.

 

La ausencia definitiva de los que amas, enjuga de irrealidad la existencia y quieres evocar algo más allá del sueño mortal, a lo que asirte

 

 

En el sueño, el abanico de posiciones vagamente temporales distribuye confinamientos imposibles.

 

La ingente indeterminación, sin embargo alusiva, del sueño.

 

El sueño se complace en desplazar el sentido de las cosas, pero ello no obedece a un arte combinatoria, meramente, sino a la calidad del acontecer primigenio de las cosas-.

 

No hay oráculo más alto al que interrogar que la memoria de la experiencia propia.

 

A través del sueño, la transición final de mí a mí, historia una frecuencia de lugares, cosas y personas que debieran sumar felicidad.




Semejanza final entre sueño y razón. La razón ejecuta relaciones entre cosas distintas con un fin común: verificar, identificar, conocer sus destinaciones prácticas.  De la misma manera que el sueño, a su manera.

 

 

Si la historia es un mosaico de sucesos interpretables, el sueño es el almacén de las sustancias y de las formas previas a su identificación y ubicación, históricas.

 

 

Desde no se sabe dónde, el sueño es arrojado al soñante como un mensaje alusivo a sus deseos y a su futuro.

 

Como documento sui generis de un tiempo insólitamente oscuro y salvaje, escribió René Char Las hojas de Hipnos. La guerra fue la pesadilla que el poeta quiso conjurar con la imaginación y un criterio moral y épico, cualidades reacias a ser arrastradas por los hechos.

 

La indeterminación de los sueños obedece a un rígido automandato: nada más elaborado y sólidamente conectado entre sí que la urdimbre onírica.

 

En las voluptuosidades del sueño, contemplaba Baudelaire lo único digno que le quedaba a la vida.

 

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