Siempre
resulta grato leer a Cristina Peri Rossi: el humor y la
inteligencia con que afronta sus temarios hace que cada poema suyo fluya placenteramente
en la lectura, satisfaciendo siempre las expectativas del lector que se ha
acercado a su obra conociendo sus claras reivindicaciones ideológicas. Es curioso.
Sin reparar en escalafones literarios ni en sublimidades de estilo, la poesía
de Peri Rossi, que ha merecido sucesivos premios, ganados en años pasados, es
de las pocas que responden, generalmente, al nivel creativo que sus seguidores
esperan. Yo, que he leído con gusto su prosa, no he podido encontrar selección
más óptima de su obra poética que esta sabrosa antología. Y siendo ajeno al tipo de reivindicación que la mayoría
de sus poemas manifiestan, no he podido disfrutar más de un mundo poético tan
sustancialmente moderno: ambientes urbanos y bohemios, soledades amorosas, deambuleos
por ciudades y hoteles, cosmopolitismo, orfandad espiritual de quien se siente
extranjero en todo lugar, condicionamiento íntimo de la felicidad por las
demandas del deseo erótico no satisfecho, generosa recepción de la cultura en
sus manifestaciones varias como contrapeso a las melancolías del paseante
solitario que es todo poeta, etcétera. La
suma de estos aspectos conforman la constelación de motivos del sentimiento
moderno poético, y Cristina nos los muestra en una apretada y lúcida vivencia
personal y escritural. Imagino a nuestra vate, venturosamente saturada,
divinamente inflamada de literatura.
Aquella
vibrátil agudeza que un Julio Cortázar supo trasladar de su prosa a la poesía,
ese tipo de escritura efectiva, siempre brillante, es la que capto aquí,
adaptada a los distintos contextos. Y, recordando de nuevo, desde qué lado o “parte”
escribe Peri Rossi, tal condicionalidad se
hace convergente y su propuesta, aceptable. Por ejemplo, independientemente del
hombre, del propio Adán, o bien, junto con ellos, Peri Rossi, reclama para las primitivas madres de la creación la auténtica colocación del nombre primero a
las cosas:
las madres… que
bautizaron los ríos, los árboles y las plantas….
Por último,
y creo que podría haber comenzado mi reseña por este punto, por este matiz, confirmar
una singularidad: desde la poesía, Peri Rossi, lo que reclama, percibe o ve, lo
manifiesta hasta saturar y agotar las
propiedades de esa presencia. Racionalidad y sentimiento a partes iguales,
dosificados por la imaginación, producen esta ristra de brillantes poemas en
los que nada falta ni sobra. Es la Literatura en persona, quien presta a Peri
Rossi toda esa sagacidad.
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