Antes
de que se convierta en una megaestación de tren, más o menos antipática y
espectacular, podemos disfrutar del estado actual de la estación de Murcia interpretándola como una extraordinaria obra en curso, como esa Works
in progress, que ha inspirado a artistas plásticos y compositores
musicales como motivo estético, y que arquitectos
y demás técnicos están intentando trazar sobre el polvo del horizonte.
Tal y
como está ahora la estación se correspondería con esos períodos de vertiginosa
ideación que el Demiurgo se toma el lujo de extender ante su propia visión,
gozándose en la conformación técnica de materiales y aportes, saboreando el
proceso mismo de la construcción.
Aquí la
Teoría se admira de su propia capacidad inventiva, comprobando los factores que
se van ensamblando, la articulación sintáctica de las distintas franjas y vetas
de que consta algo tan desmesurado como una gran estación.
Como si
el Sumo Arquitecto trazara sobre los montones de grava y manojos de hierro el
dibujo de su proyecto, los usuarios que utilizen ahora la estación, en realidad
no utilizan sino un proyecto todavía imaginario e incompleto, un emplazamiento
de aceros y cementos por los que discurrir soñando que en un futuro inmediato
el polvo y todo signo de precariedad física desaparecerá y amaneceremos en el
día primero de las comunicaciones.
La
estación de cercanías va camino de convertirse en unidad de comunicaciones
capitalinas y cósmicas, atravesando huertas y propiedades, pantanos y veredas
provinciales, parques y gasolineras.
Qué
semejanzas ofrece el actual estado de la estación con aquellas ruinas que
románticos cantaron y pintaron, que un Piranesi advirtió como expresión del
paso mistificador del tiempo. ¿Están construyendo una gran edificación o lo que
se nos ofrece es la estación del futuro bombardeada por los marcianos?
En qué
punto del proyecto está esta inmensa maraña, esta conexión desmadejada de
hierros colados y acero poderoso, qué dirección es la que ha tomado: se está
creando o se está destruyendo para que, supuestamente, emerja luego algo insólito?
La
estación ahora es una aspiración, una lucha contra el tiempo y el ahormamiento
matérico, un proceso que desea con furibundez pero también con impotencia,
encajar las enormes partes de un todo, los elementos del mecano, los enunciados
que configurarán el enorme texto finalmente ejecutado, pleno en funcionamiento,
en sentido.
La
estación sueña consigo misma, con la ordenación de sus pasillos, con la
limpidez funcional de sus ascensores, con la inteligibilidad de sus vías y
líneas.
Yo la
disfrutaría como si fuera un niño descolgándome de las distintas partes de un
parque de atracciones: bajando por aquí, subiendo por allí, escondiéndome por
allá…
Mientras
la estación adquiere forma y funcionalidad, la gente sigue viajando, yendo de
alicante a Murcia, de Murcia a Orihuela, de Orihuela a Elche, atravesando
tranquilamente el espacio y el tiempo, sintiéndose parte súbita de este fenómeno de cristal, focos y andenes eternales.
1 comentario:
miguel perez gil
12:14 (hace 10 horas)
para mí, manuelsusarte@hotmail.com
sabios y honestos pensamientos que nos muestran el camino del mundo hacia el devenir
las estaciones son lugares para estacionarse y ser viajeros en reposo
nos guste o no con las estaciones no sólo viajamos hacia el punto p sino que la propia estación viaja hacia la estación e que es otra estación y ella se larga hacia la otra mientras la gente se distrae yendo de a a b
De: José María Piñeiro
Enviado: miércoles, 21 de julio de 2021 1:49
Para: miguelperezgil@live.com
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