HOJA DE NOTAS
Sin que ello implique que vuelva a releer a André Breton, percibo que su obra en prosa, de feliz y famoso
epígrafe, Pez Soluble, de 1924, traducida al español por la editorial Labor, da a luz unos textos bien
distintos de los que aparecen en la veterana edición de Visor, que no sé si coincidirán, a su vez, con los aparecidos en la
recopilación última de la obra poética completa del autor francés que ha
realizado la editorial Galaxia Gutenberg.
Comprobar en qué se diferencian ambos textos, los de Labor y Visor, - en realidad el asunto consiste en que, mientras
en una de las editoriales se presenta el texto íntegro, en la otra sólo hay una
bien escueta selección de textos - , me ha hecho degustar de nuevo esa
conversión, por parte de los surrealistas, de las calles y plazas de París en
lugares de eclosiones y transiciones
mágicas. Resulta notable esta característica en los surrealistas primeros:
confirmar un sitio real como espacio de visiones y aventuras poéticas. El
complejo urbano se transformaba en manos de aquellos surrealistas en un
horizonte vital de experiencias, en máxima motivación plástica, en la selva
moderna en la que ir a la caza de lo insólito y del amor. Qué estupenda
apropiación y cómo la ciudad parisina se aprovechó de todos estos y creativos pases
de magia desde la literatura y la pintura.
El irritante estado de fricción del solitario: me rozo constantemente
conmigo mismo.
Esa torpe consideración: “esta película, este libro o esta pintura no me
dicen nada”, como si el problema residiera en las obras en vez de en la
perezosa sensibilidad del supuesto receptor.
Melancolías por el día de antes de ayer. Echo un vistazo más a o menos
distraído a internet, a Youtube.
Descubro videos de entrevistas, emitidos en su momento por la televisión a
principios y mediados de los noventa, a personajes como Carlos Bousoño, José Ángel
Valente, Antonio Escohotado…
Experimento melancolía y desamparo. Todo
lo que hoy hemos ganado en inmediatez comunicativa y eficacia tecnológica, lo
hemos perdido en suntuosidad conceptual. La constatación contundente de ello:
la extrañeza de la educación actual a la
filosofía.
Los antiguos rechazaban el pasado (psicológico, personal, no cultural o
mitológico)
Ya no hay solitarios románticos. Los únicos solitarios que veo son los
mendigos.
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