Modesto
Urgell es uno de esos pintores que sin perder su público en sus últimos años,
se arriesgó a crear un mundo propio, especializándose en unos temas que no
eran, precisamente, los que ese público le demandaba. En este punto, Urgell se
arriesgó a marchar a contracorriente con
respecto a las tendencias que se iban sucediendo y que, sobre todo, no tenían
entre sus piezas, los lúgubres motivos sobre los que se obsesionó y
especializó.
Urgell
es el pintor de paisajes solitarios y de tapias de cementerios por excelencia.
Sus cuadros destilan una tristeza espesa, esa pesantez depresiva que provocan
los días de invierno con poca luz. Sus obras están irrigadas de una lentitud
casi dolorosa, una lentitud que revela la pobreza de la vida, a qué poca cosa
puede quedar reducida.
Siendo
un pintor de orígenes realistas, en estas obras de caminos sin nadie
transitando por ellos y de confines muertos y abatidos, se aproxima ideológicamente
al simbolismo al asumir tan netamente la representación de tales escenarios.
Una llanura desolada y un árbol lejano junto a unas posibles ruinas, están
evocando la vida que está ausente, por muy realistamente que estén pintados. De
todos modos, aunque tales motivos corresponderían a los de un ámbito típicamente
simbolista, Urgell no dota a sus figuras de una frondosidad que permita la
lectura simbolista de inmediato: se atiene a los colores y al tratamiento que un realismo patético
emplearía, sin detenerse en adensar gratuitamente la atmósfera que emerge de
tales elementos.
Diríamos
que Urgell roza teóricamente el simbolismo sin llegar a ejecutarlo de verdad
pictóricamente. La escuetez formal, la buscada economía de medios, no acaba de
configurar el estilo simbolista aunque, en cierta manera, lo esté evocando.
Joan
Miró lo tuvo como uno de sus primeros maestros y tampoco escapó a la atención
de Dalí. Todo ello lo podemos registrar en alguna de las obras, tal y como las
he escogido aquí.
Si Urgell hubiera decidido ser simbolista sus paisajes se hubieran vuelto más etéreos, menos grávidos y ásperos, y en suma, podemos advertir, algo menos impactantes o duros. Es por ello que las sensaciones melancólicas que se derivan de la contemplación de sus obras no obedecen a una estetización de la tristeza sino a un enfrentar directamente las indigencias que atraviesan la vida.
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