Cuando
parecía que la experimentación en el ámbito de las artes plásticas, era una
antigualla, uno se encuentra con la sofisticada e imaginativa obra de Tomy
Ceballos y redescubre el entusiasmo por aquellas prácticas.
En
la sala Las Verónicas, en Murcia, se inauguró hace unos días una
muestra antológica de la obra de Ceballos que explota las más innovadoras
técnicas: video, fotografía, dibujo, arte digital, instalación, etcétera.
El
título de la exposición, La huella es el molde de la ausencia no es un lema ideado caprichosamente. La obra de Ceballos se caracteriza no por la
representación del objeto sino por el rastro que deja su impresión o su contacto
sobre las diferentes superficies que de este modo instantáneo, recogen la
huella de tal objeto o del cuerpo que ya no está. No se trata de un arte que
meramente potencie lo furtivo sino de una búsqueda fascinada de lo más delicado
e inalcanzable de las formas: su aura.
Desde imágenes de rayos X hasta fotogramas, video proyecciones y focos luminosos: de todos estos medios se vale la investigación de Ceballos para circunscribir el espacio ceremonial de la huella y de la ausencia.
En
la sala individual, en el espacio que se encuentra tras las celosías, hallamos una de las muestras más elocuentes de
esta especialidad de Ceballos en recoger el estricto contacto de lo ausente. Se
trata de impresiones directas de olas del mar sobre papel fotográfico de gran
sensibilidad, es decir, de piezas artísticas en las que, buscando la mayor
pureza y originariedad del fenómeno artístico, Ceballos ha prescindido de la
utilización de la cámara. Parece claro
que el artista murciano no se dedica meramente a esperar el resultado de lo que
pueda surgir en el papel sino que sabe controlar lo que podría convertirse en
un mero producto del azar al manejar con destreza unas técnicas que tienden a
configurar un tipo de mundo. Lo interesante de la experimentación de Ceballos
es que consigue que los materiales, y la
propia naturaleza respondan creativamente a sus tanteos, emergiendo de todo ello
un universo específico de formas en dinámica evolución. Tal universo ha perdido
toda gravidez, pero ese es su sello constitutivo: ser roces temblorosos, apenas
huellas de una conformación fantasmática y cuasi fugitiva. Ahí reside lo paradójico
de la huella: ser lo permanente de algo instantáneo.
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