REINAREMOS BAJO LOS CIELOS ESTRIADOS
Decir que tu belleza te
pertenece parecería una suerte de tautología, una redundancia torpe si no fuera
porque, a veces, las observaciones de los otros nos recuerdan el paraíso que
nos está destinado junto a los dones que identifican nuestro penumbroso ser.
Precisamente esa penumbra
insistente en que a veces se estanca nuestra libertad,
Es el motivo a batir por un
pensamiento que reivindica la soberanía perdida.
Y ese pensamiento sabe, en
instantes de súbita revelación, que pese a nuestra ira, a nuestras gratuitas
mortificaciones, a nuestras reacciones de orgullo y poca solidaridad,
Basta un pequeño empeño de
nuestra maravillosa maquinaria,
Para que cuerpo y mente
alcancen el ajuste preciso
Y recuperen un derecho tranquilo del dominio de la luz y del frondoso territorio propio.
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