miércoles, 3 de mayo de 2023

RICHARD BAUTRIGAN POESÍA



El atractivo de un autor como Bautrigan viene determinado por el momento  histórico en el que se desarrolla y al que se vincula su escritura,  esas mágicas décadas de los sesenta y los setenta en Estados Unidos, llenas de acontecimiento.  Un ejercicio no sé hasta qué punto ilustrativo consistiría en considerar las virtudes cualitativas, propiamente literarias de su obra, desligadas de las aventuras de aquellos años. Es por ello que, teniendo en cuenta las peculiaridades biográficas del personaje y la naturaleza libérrima de su literatura, pasemos por alto la escuetez y prosaísmo de su poesía y la admitamos como un elemento ingrávido más del equipaje de lo que Bautrigan pueda ofrecernos.       

Bautrigan es un surrealista local que carece de la sustancia del surrealismo originario: ahí radica tanto su atractivo como sus limitaciones líricas. La poesía de Bautrigan es un apunte desleído en una servilleta de papel. Pero esta levedad del mensaje no es una claudicación: Bautrigan notifica lo que ve y le ocurre, puntualmente, no pretende más.  Es la realidad lo que resulta delirante. Es la realidad  lo que nos lleva y arrebata, lo que  origina el viaje. Sentirlo y verlo ya es suficiente. Un texto si es capaz de confirmar sucinta y repentinamente las evoluciones insólitas de lo real, puede darse por satisfecho. Bautrigan se mece en lo lúdico, no  busca quintaesencias.

Aunque la obra de Bautrigan no parezca ofrecer complejidades hermenéuticas, sí hace una cosa como toda obra netamente literaria: acusar un imaginario para subrayarlo o desmentirlo o las dos cosas a la vez. Leyendo algún pasaje de estos chocantes poemas aparentemente “inesenciales”, he vuelto a saber que los setenta, además de eróticos y fascinadores,  también fueron melancólicos.    

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