Cuesta
imaginar que este pequeño puente guarde bajo su arco varios miles de años y
constituya la primera expresión arquitectónica de lo que más tarde sería Torrevieja. De hecho, su construcción supuso el
establecimiento de una población que dedicándose a extraer la sal del océano sería
el origen germinativo de lo que hoy conocemos como el querido destino veraniego
de la mayoría de los oriolanos.
Imagino
que no se trata exactísimamente del puente original, que lo habrán reconstruido
alguna vez a lo largo de la historia. Pero, independientemente de ello, lo que
más y poéticamente me interesa es la pintoresca presencia de un puente en ámbito
marino, es decir, la rareza que supone combinar o asociar la imagen de un
puente con el océano.
Uno
de los motivos que los surrealistas reivindicaban en pleno territorio urbano de
París era la búsqueda y el disfrute de lugares de ensoñación. Convertir los
espacios funcionales de una gran ciudad en puntos de evocación poética se conceptuaba
como algo subversivo. En realidad eran los restos oníricos del romanticismo que
emergían en un nuevo movimiento poético-literario y pictórico como el
surrealismo.
Cuando hace unos años contacté con el Grupo Surrealista de Madrid y conocí la
espléndida revista que publicaban, uno de los grande motivos temáticos de su
estética era la de buscar lugares de ensoñación en cualquier punto de las
grandes ciudades de Europa.
Túneles,
parques abandonados, azoteas de
edificios antiguos, canales, patios, espacios intermedios entre varias
construcciones arquitectónicas, determinados pasajes de la periferia, cualquier
enclave similar podía ser objeto de ensoñación y de elaboración poética
consciente.
No
se buscaba la ruina en sí, sino más bien puntos de intersección, sitios
extraños que suscitaran un detenimiento contemplativo y ensoñador.
Teniendo
en cuenta estos precedentes de estética supuestamente de vanguardia, - ya decía
Walter Benjamin que la ciudad de París
en el siglo XIX había sido diseñada como una ciudad onírica - he de decir que
en cuanto a extrañeza, todo el espacio que conocemos y denominamos como El Acequión,
situado en Torrevieja, a mí siempre me ha provocado una rara sensación entre
sorpresiva y melancólica.
Quizá
porque asocio el mar y Torrevieja con la estación del ocio, del placer, y también,
ciertamente, con el lujo y la felicidad, la presencia peculiar del puente y el carácter
humilde de la tierra que rodea a las acequias, supone un contraste extraño que
sólo justifica la historia. Qué tiene que ver el azul fascinador y glorioso del
mar con estos melancólicos puentecillos rodeados de matas secas y polvo.
El
puente pertenece más al bosque, a tierras del interior, a vistas románticas de
paisajes con tranquilos arroyuelos fluyendo bajo los arcos de piedra.
He
andurreado poco por El Acequión, pero cuando he pasado por allí lo que he
experimentado ha sido una suerte de adormecimiento indigno con respecto al
brillante y gigantesco mar de fondo. De pronto, una pobretería casi de secano
me ha asaltado en tierra de bikinis, sol, brisa marina, terrazas y playas.
Pero
aunque cueste creerlo, esta descombinación atmosférica, esta diferencia de
ritmos está más que justificada, pues la misión de los puentes era acoger,
dirigir el pequeño brazo de mar que entra en tierra firme y que los antiguos
trabajadores explotaban, buscando la sal.
La
cuestión es que esa agua que entra pausadamente en tierra parece sufrir una
metamorfosis al haberse alejado del mar y parece agua dulce, o es ya,
sustancialmente, agua dulce, agua pobre y lenta de acequia, agua insípida que
ha perdido su azul originario.
El
Acequión es un espacio de transición en el que el mar pierde flujos de sí que
van a agonizar entre matojos y algún que otro manifiesto desperdicio. El mar,
la naturaleza se vuelve un tanto masoquista dispersando el mayor bien de la
vida, el agua, en veneros agónicos y melancólicos. El Acequión es un paisaje en
el que el veraneante puede experimentar con taciturno y extraviado talante el olvido instantáneo de las gracias del
veraneo, a no ser que sea una de esas gracias, pero secreta.
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