INCONVENIENTES DE UNA POESÍA UNIVERSALISTA
El
inconveniente de una poesía con pretensiones universalistas consiste en contentarse
con esa sola pretensión antes que ser una poesía verdaderamente universal. No
se trata de una perogrullada.
Este
detalle me saltó a los ojos cuando leyendo el notable volumen que contiene la
poesía completa del colombiano William
Ospina, comencé a experimentar, tras momentos de indiscutible disfrute,
cierta sensación de saturación que no lo daba la cantidad de texto leída sino
el carácter o las ambiciones de los
poemas mismos.
No
conocía a este autor. Me encontré este volumen en la librería de un centro
comercial. Apenas lo hojeé, lo adquirí, arriesgándome a que no me gustara, pues
sólo compro libros de un desconocido si logro ubicarlo un poco, - estilo de escritura, temática, etc…- pero, en este caso, acerté. Ospina es un poeta
en quien la impronta borgiana se percibe, a veces, bastante. No sé si es una
influencia directa o si la asimilación de lecturas produce este efecto mimético.
Su
estilo rebosa calculada inteligencia métrica aplicada al dominio de los versos y
su temática es la infinita materia de la historia mundial, del arte y la
literatura. Hoy, como acabo de confesar, leyéndolo y releyéndolo, tras un rato
de disfrute, he sentido cierto hartazgo o cansancio. Este cansancio obedecía al
carácter formal, a pesar de todo, de Ospina, es decir, al carácter
estrictamente literario y calculado de sus textos. No es un tipo de poesía
confesional, ni experimental, es decir, que aluda a los sinsabores o placeres
secretos del sujeto, sino que evitando los procelosos territorios del yo, su
obra poética se fija en los episodios
significativos de la historia, de las guerras, de los descubrimientos y distintas colonizaciones. Es decir, Ospina
persona, sintiente y percibiente desaparece bajo la admirablemente trazada
advocación intelectual. No hay anécdota personal que nos diga algo sobre la subjetividad
del que escribe: todo el poder verbal se conjunta en motivos históricos,
culturales, es decir, foráneos… A
grandes rasgos esta es la impronta borgiana: no hablo de mí sino indirectamente
de mí mismo a través de las lecturas de libros de otros, de sucesos bélicos, de
acontecimientos de distinta índole, de los distintos símbolos que articulamos y
que nos encarnan…
Cuando
el yo se nos arrebata del seno del poema siendo sustituido por el suculento
enjambre de hechos y obras significativas de otros en otros marcos del tiempo,
personalmente acabo por reclamar una sensibilidad que me haga inteligible o
cercana tales perspectivas.
Confieso
que mi sentir es romántico y creo que las verdaderas aventuras del espíritu se
cuecen en el horno de las sensibilidades personales, en el corazón del
individuo exaltado o angustiado, no tanto en la cómoda y enjundiosa soledad de
la biblioteca. Alguien me dirá que una cosa o la otra no afectan a la calidad
literaria. Sí, es cierto. Yo solo he anotado una reacción natural ante la
lectura de tan acabados y plenos poemas, los de Ospina, un profesional de la
literatura. La cuestión está en lo siguiente: ¿hasta qué punto puedo yo hablar
en nombre de los faraones de Egipto, de los comunistas en tiempos de los zares,
de los indígenas del Amazonas?
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